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viernes, 9 de diciembre de 2016

La capacidad de percibir ideas y pensamientos

La vida es una escuela
Aprendemos de nuestras experiencias. Nuestra vida es una escuela que nos permite acumular aprendizajes para comprender mejor la realidad. Cuando no aprendemos la lección y seguimos estancados en un error, la vida nos vuelve a presentar el mismo problema, desde otra perspectiva, dándonos una nueva oportunidad para resolverlo correctamente. Nos repite la lección, por un lado, poniendo mayor énfasis en la explicación y/o cambiando el contexto y por otro, exacerbando las consecuencias de una interpretación errónea, para obligarnos a poner más atención. Y la vida sigue enseñándonos así, progresivamente, hasta que aprendemos la lección y pasamos al siguiente aprendizaje. 
Igual que en el colegio, la vida nos repite la materia hasta que finalmente comprendemos y pasamos al siguiente nivel y podemos seguir aumentando nuestros conocimientos. En nuestro cerebro, con cada nuevo aprendizaje, nuestra arquitectura neuronal genera nuevas conexiones cambiando nuestra arquitectura neuronal y así, amplía su capacidad para procesar información. Nuestras experiencias permanentemente modifican y robustecen el sistema nervioso, ayudándonos a comprender una realidad que no está a nuestro alcance y que solo podemos descodificar con ayuda de nuestros limitados sentidos. 
En la actualidad, las intensas crisis globales son pruebas evolutivas que pretenden hacernos expandir nuestra conciencia. Necesitamos despertar. Estamos en un momento de estancamiento como especie, que debemos superar antes de que sea demasiado tarde. Por alguna razón, colectivamente olvidamos una antigua lección y operamos como si tuviésemos solo 5 sentidos, en lugar de los 6 sentidos que identificaron correctamente los antiguos egipcios (ver el simbolismo del ojo de Horus). 
El cerebro es una antena de ideas
Podemos ver porque tenemos ojos, podemos escuchar porque tenemos oídos, podemos oler porque tenemos narices, podemos saborear porque tenemos lengua, podemos sentir porque tenemos piel, y podemos pensar porque tenemos cerebro. Nuestra capacidad de percibir pensamientos es un sentido muy importante para el ser humano. Pero no vemos a nuestro cerebro como una antena que percibe ideas. No, creemos que el cerebro genera nuestras ideas; pensamos que las ideas que percibimos son creaciones originales y se alojan solo en nuestras cabezas. Pensamos que las ideas son nuestras y que las inventamos desde la nada. Esta podría ser una ilusión muy costosa para la Humanidad.
Veamos qué sucedería si le damos crédito a Francisco Varela (uno de los científicos chilenos más admirados del mundo) y aceptamos que las ideas no habitan en nuestras mentes sino que son energía que nos rodea. Están, por decirlo en términos modernos, en la nube. Son constructos colectivos, que habitan en la tierra fértil de nuestra cultura y evolucionan a medida que les damos más energía. Y podemos percibirlas, cuando nuestro cerebro se sintoniza con ellas. Si tomamos en serio a Varela, entonces podemos concebir al cerebro como un órgano para percibir energías mentales. Y podríamos explicar mejor las epifanías, las sincronicidades, la telepatía, las premoniciones, la creatividad, las intuiciones y muchas otras experiencias que la ciencia descarta.
Las ideas son energías sutiles
Si las ideas son energía, tiene sentido que esas ideas se materialicen cuando logren acumular suficiente energía para pasar del mundo interno de los pensamientos al mundo externo de la materia. También tienen sentido las tormenta de ideas, el co-work y el trabajo en equipo. Si las ideas son energía, podemos especializar nuestro cerebro para percibir algún tipo determinado de energía. Los pesimistas, por ejemplo, se especializan en detectar problemas y su arquitectura neuronal se transforma en un radar de peligros y viven llenos de miedos. Los optimistas, en cambio, se especializan en detectar oportunidades y tienen cerebros muy dispuestos a la innovación y el emprendimiento.
Sintonizamos con la energía que nuestro cerebro procesa
Donde usted ponga su atención y sus pensamientos, hacia donde usted dirija sus deseos más profundos, hacia allá evoluciona su cerebro; poco a poco pero inexorablemente su arquitectura neuronal se irá especializando en percibir aquello que realmente le interesa. Algunos la denominan la "ley de la atracción". Atraemos la energía que su cerebro procesa. Si le interesa el sexo, se convertirá en una persona muy sensible a las necesidades físicas de los demás y encontrará muchas oportunidades para satisfacerse. Si le interesa el dinero, en cambio, es muy posible que se convierta en un emprendedor; pero si le preocupa la falta de dinero, nunca logrará acumular lo suficiente. Si le interesa la compasión, su mundo será más compasivo; pero si le preocupa la falta de amor, su mundo será frío y desconsiderado. Por eso, hay que tener mucho cuidado con el tipo de energía en la que me intereso, o dicho de otra forma, en las ideas con que quiero alimentar a mi cerebro. Literalmente generamos el mundo que pensamos...porque nos especializamos en percibir ese tipo de energía. 
Las ideas nos rodean
Si concibiéramos al cerebro como un medio para percibir las ideas y pensamientos que nos rodean, entonces podríamos diseñar una educación totalmente nueva. Las clases serían laboratorios de sensibilidad energética, enfocados en la creatividad y los profesores estarían orientados a compatibilizar mis intereses con mis talentos y con mis circunstancias. Tendríamos una educación que nos haga responsables de nuestras vidas y nos enseñe a pensar con coherencia y en armonía. Si viéramos al cerebro como el órgano de la percepción de ideas, tendríamos clases de pensamiento, similares a las clases de artes o de música. Si desde muy niños fomentamos la capacidad para percibir ideas, estoy convencido de que tendríamos una educación de calidad y un mundo mejor.







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