Cuando uno menos lo espera, la vida te sorprende. Un cambio de rumbo que te pilla desprevenido puede ser la semilla para una transformación profunda. Es que la rutina y los hábitos lentamente nos van convirtiendo en autómatas. Y sin querer queriendo, hemos tejido una cárcel cómoda de creencias y certezas que limita nuestra curiosidad y encajona nuestros pensamientos. Cuando nos acostumbramos a vivir en nuestra zona cómoda, dejamos de vivir y comenzamos a morir.
Agradezco profundamente los 5 años que dediqué a la universidad. Conocí gente diferente y valiosísima, pude profundizar mis propias ideas y fomentar la creatividad en un mundo conservador muy distinto al que yo conocía. Me atreví a explorar ideas innovadoras. Intenté contribuir con una mirada sistémica. Procuré conocerme mejor y creo haberlo conseguido. Advertí sombras y miedos que antes me eran invisibles. Amplié mi conciencia y desperté ante la incomodidad de vivir no siendo totalmente coherente y auténtico. Quise ser un aporte desde una perspectiva externa y fui propositivo aunque reconozco que pequé de ingenuo. No importa. Aprendí lecciones de humildad que me hacían falta y sobre todo, comprendí mejor la intrincada trama de la vida, la profunda interconexión de la realidad. En resumen, maduré. Tarde, lo sé, pero a tiempo.
Pero más agradezco que el camino -legítimo por cierto- que tomó la universidad, no fuese una ruta adecuada para mí. Una profunda reestructuración para sobrevivir a la reforma de la educación superior, cambió nuestros planes. A mediados de enero dejé de ser Decano de Educación en la Universidad Mayor. Lo cual me obliga, una vez más, a elegir el rumbo de mis pasos en forma independiente. ¡Qué oportuno! Nunca he sido un buen pasajero y confieso que pude acostumbrarme a serlo. Ahora, en la encrucijada del presente, he decidido creer en mis propias palabras. Ser totalmente coherente con mis convicciones sin ser fundamentalista. He decidido fluir. Recibir el presente con asombro y aceptar el devenir con esperanza y flexibilidad. Esta simple pero profunda decisión, me abrió un nuevo mundo.
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Así de simple. Porque la felicidad es una decisión personal, ni más, ni menos.
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