Me siento vulnerable. No quiero convertirme nuevamente en víctima. Carabineros e Investigaciones han sido superados por una delincuencia en expansión exponencial. Nuestros jueces están entretenidos persiguiendo delincuentes de cuello y corbata (lo que está bien), olvidándose de aquellos otros delincuentes que usan drogas y armas para quitarnos nuestras posesiones (lo que está mal) y desentendiéndose absolutamente de aquellos que tienen poder político (lo que es horrible). Creen que hacen su trabajo, pero no perciben que los chilenos estamos asustados y durmiendo mal. Nuestras casas ya no son seguras, nuestras calles tampoco, ni siquiera nuestras cuentas corrientes lo son, ante la voracidad de los hackers y de los impuestos…
Me siento vulnerable. Porque nadie me representa. Aprovechando el voto voluntario, no voté porque no encontré ningún político digno de confianza. Personas que ganan sueldos estratosféricos, que se atornillan a sus parcelas de poder con cualquier subterfugio, se fijan sus sueldos y que además tienen fuero, en mi opinión, no merecen ser empleados por nuestra nación. Esas mismas personas, cuando ven que la mayoría de los chilenos prefieren no votar, nos acusan de irresponsables. ¡Qué desfachatez! Como lo demostraron las urnas, los chilenos no queremos ser sus cómplices; preferimos no ayudar a financiar campañas políticas con nuestros votos. No votamos, para lograr un cambio en la forma de hacer política y parece que sólo conseguimos que nos volvieran a obligar a votar. Eso sólo demuestra que tienen poca capacidad de autocrítica.
Me siento vulnerable. Porque mis planes de salud suben de valor, mi futura pensión pierde poder adquisitivo y mi estabilidad laboral se hace más precaria. Cada día que pasa, mi vida se hace más cuesta arriba. Mi experiencia no ayuda; más bien estorba. Parece que es un pecado envejecer en una sociedad obnubilada por la belleza, la juventud, la riqueza y el poder.
Me siento vulnerable. Porque vivo en un país hipócrita que quiere mantener las apariencias cuando las hilachas están por todas partes. Ya no sé en quien puedo confiar. Si nadie se atreve a decir la verdad. Incluso el contralor esperó hasta el término de su período para destapar la olla y sincerar la corrupción que nos está ahogando. Es curioso, pero los más escandalizados con ese fantasma son los que ostentan más poder. Y es allí donde comenzó este flagelo que amenaza con contagiar a las nuevas generaciones.
Me siento vulnerable. Porque no queremos enfrentar nuestros problemas. Buscamos culpables que usamos como chivos expiatorios y los condenamos con rapidez. Los quemamos en la plaza antes de reconocer que todos tenemos tejado de vidrio. No nos hacemos responsables de la sociedad que juntos hemos construido. Nuestro país es el resultado de lo que somos los chilenos. Escondemos nuestra mugre debajo de la alfombra y apuntamos con el dedo, pero no aceptamos nuestra responsabilidad. Equivocarnos no es el problema. Cometer errores es inevitable. El problema es no aprender de los errores y seguir comportándose de la misma forma.
Me siento vulnerable. Ni siquiera el futuro de nuestros descendientes es seguro. Porque estamos jugando peligrosamente con la educación. Porque decimos que buscamos calidad y lo que hacemos es usar la educación para intentar imponer nuestras ideologías. Cuando tengamos más perspectiva, el actual comportamiento de nuestras autoridades será catalogado de crimen contra la chilenidad. Acuso al gobierno de notable abandono de sus deberes. Que ellos no se den cuenta de lo que hacen, no los eximirá del juicio del tiempo.
Me siento vulnerable. Me siento chileno...
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