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miércoles, 22 de enero de 2014

El remezón

He dejado que el silencio haga su trabajo. Después de visitar India y conversar con el Dalai Lama, volví a pasar Navidad con mi familia y entonces, el contraste incuestionable de lo material con lo espiritual, de una cultura orientada al exterior y una cultura orientada hacia el interior, generó una profunda inquietud en mis pensamientos. Toda esa experiencia me provocó un tremendo remezón.
Escribí algunas notas, aunque fueron escritas casi por cumplir, pero claramente no logré expresar ni la complejidad, ni la magnificencia de cada momento. Ese presente vivido fue diferente. Fueron momentos que dejaron huellas imborrables, no tanto en mi consciente -siempre superficial- como en mi inconsciente. Allí quedaron escondidas, por un tiempo.
Decidí entonces esperar.
Darle tiempo al tiempo. Dejar que la experiencia decantara, para poder distinguir lo que había ocurrido. Al menos desde mi perspectiva.

Somos únicos…

Todo lo que sucede, deja huellas en nosotros. Por una parte, somos hijos de nuestras circunstancias. Por otro lado, todo lo que hacemos, deja huellas en el universo.  Y en este sentido, el universo que vivimos es hijo de nuestro comportamiento. Todo lo que sucede está íntimamente relacionado o intrínsecamente conectado. El presente está preñado de un futuro que es hijo del pasado.  Es la deriva natural de un flujo de vida único e irrepetible. Somos originales. Cada uno de nosotros. Y aunque fuera solo por eso, cada vida merece ser vivida plenamente. Para lograrlo, tenemos que desarrollar nuestro pleno potencial.

Somos responsables….

Somos totalmente responsables de nuestros actos y de sus consecuencias en el largo plazo. Somos además, responsables de quienes somos y también somos responsables del futuro que hemos co-creado. Es fundamental, tomar consciencia de nuestra responsabilidad.

Somos seres sociales…

Una vida plena, supera el egoísmo. La felicidad no está en el exterior. Está en nuestra forma de pensar. Necesitamos contribuir a un proyecto que trascienda nuestros propios intereses. No hay plenitud sin una vida con sentido, orientada hacia un objetivo superior. No hay verdadera responsabilidad sin consciencia social. Es imprescindible vivir impulsado por la nobleza del bien común. Algo que nos motive y entusiasme. Una causa noble.

Buscamos el bienestar…

Estamos bien, cuando nos sentimos en armonía con nuestro entorno, en armonía interior y en armonía con nuestros objetivos. Nos gusta ser integralmente coherentes y eso solo se logra fluyendo por la vida. Viviendo el presente continuo cambiante sin resistencia; concentrando nuestra atención en metas interesantes y motivadoras, pero alcanzables. Necesitamos estar en un continuo aprendizaje, armonizando nuestros actos, nuestros pensamientos y nuestras emociones.


Necesitamos expandir nuestra consciencia…

La vida misma es un proceso de crecimiento, que pretende convertirnos en nuestra mejor versión. Cada experiencia nos enseña algo. Cada revelación nos expande la consciencia y nos permite mirar con mayor perspectiva nuestra historia y nuestra realidad. Vamos adquiriendo experiencia y eso nos hace más complejos. El tiempo es nuestro aliado y nos ayuda a madurar, nutriendo a nuestra consciencia de múltiples conexiones, interiores, exteriores y emergentes que transforman nuestro ser y nuestro entorno. Cada aprendizaje nos ayuda a ordenar nuestra vida. Vivir aprendiendo nos hace bien.

¡Vivan plenamente!

¡Vivan responsablemente!
¡Vivan con sentido!
¡Vivan con  armonía!
¡Vivan con curiosidad!

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