Es cierto que la educación tiene problemas. Pero más problemas tiene la vara con que nos están midiendo. Los que pretendemos diseñar una educación de excelencia, creemos que el profesor debe ser un ejemplo. Su integridad y comportamiento, los valores que transmite y su vocación de servicio son extremadamente relevantes para sus alumnos. Las altas expectativas y el compromiso de un profesor afecta positivamente el aprendizaje de sus alumnos. Su capacidad de motivar o inspirar, puede producir verdaderos milagros en la juventud. Y sin embargo, ninguno de estos aspectos es medido por esta prueba. Son muy difíciles de medir.
La paciencia infinita que requiere un
profesor para lograr que todos comprendan, la capacidad de mantener el
entusiasmo e involucrar a todos en la aventura del crecimiento personal, son
muy importantes. Tampoco se miden.
Y sin embargo, cuando un padre puede
elegir a un profesor, son estos aspectos los que prioriza. Y puedo decir,
responsablemente, que cuando un colegio verdaderamente privilegia el desarrollo
equilibrado-académico y social-de sus alumnos, comienza por evaluar estas
características. Parece curioso que estas habilidades blandas no sean
consideradas por las autoridades para evaluar a un profesor. Más aun, en mi
opinión, no considerarlas es casi una irresponsabilidad.
Para nadie es un misterio que la mayor
parte del tiempo, los profesores están comunicándose oralmente. Y que la
diferencia entre el lenguaje escrito y el oral es enorme. En pedagogía, hay que
expresarse con convicción, con coherencia. Hay que repetir, una y otra vez, el
mensaje que se quiere transmitir. El lenguaje del cuerpo, el énfasis, las
pausas, el ritmo, la modulación y la intensidad con que nos expresamos, son
trascendentales a la hora de transmitir información. Y sin embargo, tampoco son
consideradas al medir la capacidad de comunicarse de un aspirante a profesor.
En cambio, recurriendo a la ley del menor
esfuerzo, se mide aquello que se puede evaluar fácilmente. El peligro de esta
actitud, es que se fomenta aquello que se mide y se inhibe aquello que no se
puntúa, por lo que no debiéramos extrañarnos- de continuar el uso de estas
pruebas de medición- si en el mediano plazo los profesores se convierten en
verdaderas enciclopedias sin almas.
Pretender que una prueba de conocimientos
sea habilitante para ejercer como profesor, es desconocer la riqueza del
quehacer docente. Sería mucho más lógico tener pruebas sicológicas de
personalidad y estabilidad emocional para estos efectos. Es incomprensible que
en el siglo 21, cuando el conocimiento está al alcance de un click, se exija
memorizar contenidos y recitar información para demostrar la capacidad de
enseñar.
Los diseñadores de esta prueba viven bajo
el tradicional paradigma de la enseñanza. Los educadores del siglo 21 nos
manejamos en el paradigma del aprendizaje. Hablamos distintos idiomas. Y por
eso, no nos entendemos.
No estoy en contra de las pruebas, todo
lo contrario. Tampoco quiero minimizar la responsabilidad de las Facultades de
Educación en los preocupantes resultados que se obtuvieron. No hay dudas de que
hay que cambiar y mejorar los procesos de formación de profesores. Pero hay que
hacerlo en la dirección correcta. Comparto con las autoridades que es necesario
demostrar la efectividad de los procesos educativos. Y por lo mismo, quisiera
proponer que se modifique la prueba INICIA, de modo que se mida aquello que
verdaderamente consideramos prioritario y habilitante para ejercer esta noble
profesión.
Sí estoy en contra de usar INICIA para
denostar a los egresados en particular y a los profesores en general.
Sinceramente pensé que todos, especialmente nuestras autoridades, queríamos
atraer a los mejores, que haríamos de la pedagogía un camino atractivo para
nuestra juventud y que dignificaríamos a la profesión docente. El tratamiento
periodístico que se está dando a este tema parece apuntar en otra dirección.
No hablo desde una herida abierta.
Nuestros resultados en esta prueba INICIA fueron superiores a la media nacional
en todos los aspectos medidos y sobresalientes en Tecnologías de Información y
Comunicación. Hablo desde el dolor que genera el ataque al profesional que dedica
su vida a la docencia.
Por todo lo expuesto, quiero invitar a
nuestros estudiantes, profesores y directores a aceptar el gigantesco reto que
tenemos por delante. Por injusto que nos parezca, tendremos que convivir y
superar la vara que nos propone INICIA y además, tendremos que demostrar que la
verdadera pedagogía, es mucho más que conocimientos. Es una forma de ser, una
vocación profunda, un llamado a contribuir, una manifestación de esperanza de
que la educación, puede mejorar el mundo en que vivimos.
Somos capaces de tener los mejores
resultados en INICIA, sin descuidar nuestra misión: formar verdaderos maestros,
profesores de personas, que enseñen a sus estudiantes a aprender y responsabilizarse
por su propia educación y los preparen para enfrentar los desafíos del mundo
global y para adaptarse a la incertidumbre del futuro.
Porque trabajando juntos, podemos exigirnos
más y superarnos. Podemos cumplir las exigencias de INICIA y podemos formar
profesores de excelencia. Solo así, corregiríamos la injusticia. Juntos, somos
capaces de dignificar la profesión docente.
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