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sábado, 18 de mayo de 2024

El puente del Aprendizaje

Como era de suponer, apenas llegó el Maestro, pidió la libreta. No se le veían los ojos, entre el encasquetado gorro de lana, los anteojos que insistían en empañarse y la bufanda que protegía su nariz. La penumbra y el temblor de sus manos tampoco lo ayudaron a leer. Se rindió después de un buen rato, pero no me devolvió la libreta. 

    – Olvidé la linterna... –, murmuró como si estuviese avergonzado.

    – No podremos jugar con esta neblina tan tupida –. Comenté tratando de desviar su atención, mientras frotaba mis manos con energía. 

    – Tampoco íbamos a hacerlo. Hoy construiremos el puente del aprendizaje. 

    – Muy bien, ¿y donde pondremos ese puente?

    – Entre el Maestro y el Discípulo. Sentémonos en la banca mientras escampa. Ahora te cuento... 

En mi cabeza rondaba la idea de que de alguna forma misteriosa, el Maestro había percibido esa gran desilusión que sentí ayer. ¿Intuición?...,¿magia?..., ¿quién sabe?... Saqué la escarcha de la banca con la toalla y nos sentamos. 

     – En Japón, mientras estuve en prisión, asistí a clases con un Sensei que era considerado un "Santo Viviente". Decía que "Cuando el maestro actúa con cariño y el discípulo con respeto, los conocimientos atraviesan el puente del aprendizaje." 

    – ¿Prisión?¡Diablos! Nunca creí en ese rumor.

Mi sorpresa fue tan evidente que decidió hacer un paréntesis en su relato.

   – Aclaremos eso primero... Estuve 6 meses encarcelado. En el accidente que tuve en Japón, murió la persona que me acompañaba en la moto. Ambos íbamos sin casco, una irresponsabilidad inexcusable allá. Después de recuperarme de las lesiones, fui condenado a reclusión con la obligación de asistir a clases de urbanidad. El castigo fue una bendición para mi alma. Allí conocí al honorable Kibosama, el más venerado de los monjes del Templo de la Sabiduría. Dedicaba los miércoles a reflexionar con los reclusos acerca de la importancia del respeto, la cortesía y los buenos modales. Él me protegió, curó mi depresión y después de cumplir la condena, me aceptó como discípulo en su Templo. Ahora, volvamos al puente...

    – ¡Oh, no! Estoy lleno de curiosidad... ¿Puedes contarme más?

    – Más adelante lo haré. Por ahora quiero que sepas que el puente se construye con un material escaso: la confianza. 

    – Está bien. Entonces ¿cómo comenzamos a construirlo? 

    – Identificando a tu Maestro. 

    – Eso está claro...

    – No te apresures. Te doy una pista. No soy yo. Yo soy una simple herramienta de tu maestro. 

    – Ahora si que estoy confundido...

    – ¿Porqué juegas golf?

    – No lo sé. Algo me impulsa a jugar. Es extraño. Me frustra. Muchas veces me saca de quicio. Pero es un desafío que me fascina. Es como si estuviese encantado.

    – Curiosidad y atracción. Justo lo que provoca un Maestro que desea que su discípulo aprenda. 

Me tomó algunos segundos procesar esas palabras, aunque la pausa, su mirada expectante y una sonrisa burlona, indicaban que había dado demasiada información. En mi mente se atropellaban una serie de sus frases previas. Antes, dijo que el golf era un desafío mental;  que iba a ayudarme a cambiar mi forma de pensar. Y siempre mencionaba: "las enseñanzas del golf." 

    – ¿El golf? ¿Mi maestro es... el golf?

    – El golf quiere ser tu maestro. Siempre que lo veas como un profesor exigente pero afectuoso, que conoce tu potencial y siempre desea lo mejor para ti. La decisión es tuya. 

    – ¿Debo creer que el golf está vivo? 

    – En tu mente todo es posible. Incluso que el golf sea un maestro formador de carácter, a veces severo, a veces gentil. De hecho, con ese fin fue inventado por los masones escoceses. Pero si eres escéptico, piensa que todo lo que te sucede jugando golf, esconde una valiosa enseñanza que debes aprender si quieres mejorar. No solo como golfista. También como persona. 

    – Está bien. Consideraré al golf como un maestro. Y lo jugaré como un desafío de aprendizaje. 

    – Excelente. Y si lo respetas como algo sagrado, entonces cada vez que te encuentres con problemas en el campo de golf, puedes volver a la ruta de la felicidad, cruzando el puente del aprendizaje. Si aprendes una lección valiosa, ya no habrá frustración. Solo crecimiento. 

Se produjo un largo silencio. Yo necesitaba reflexionar. Si iba a tomarme en serio esto, necesitaría un gigantesco cambio de actitud. Jugar golf ya no sería un deporte o un pasatiempo, ni una actividad social. Sería como asistir a la escuela. Más que eso, sería como ir a la iglesia. Sería una aventura de aprendizaje espiritual. ¡Vale! Al tomar la decisión, quise probar de inmediato. La neblina se había retirado y el sol comenzaba a imponerse. Tanto que el Maestro logró leer la libreta y me la entregó. 

    – Ya podemos salir, ¿vamos?

  – Aun no estás listo para jugar... Recuerda que esta es una actividad sagrada ahora. Deja tus palos ahí y sígueme. Vamos a recorrer el campo siguiendo la trayectoria de una pelota imaginaria. Cuando estes en la ruta de la felicidad, disfruta. Cuando nos apartemos de ella, tendrás que identificar el error que causó el desvío y proponer una corrección. Si no retornamos al camino del medio, significa que aun no has solucionado el problema y debes intentar otro ajuste. 

     – Entonces solo tengo 2 posibilidades, o disfruto o aprendo. ¡Es win-win! –. Comenté, pensando en los errores que había cometido ayer y lo mal que lo pasé al final del recorrido. 

    – Correcto. 

lunes, 13 de mayo de 2024

Reflexiones en la Pasada


Al saborear el aroma del café, recordé que el Maestro solo me quería mostrar lo que él llamaba: la ruta de la felicidad. Ese camino que dejan nuestras huellas cuando avanzamos en armonía con la naturaleza y con confianza en nuestra capacidad. Donde tu cuerpo opera sin resistencia. También lo llamó "el camino del medio", como suelen referirse los budistas al sendero de la paz interior, al camino alejado de los extremos, al recorrido del equilibrio. Entonces, no se trata solo de seguir una trayectoria que se aleje de los problemas físicos de una cancha de golf (como los árboles, el agua, los búnkeres o los fuera de cancha), sino una trayectoria que además nos dé tranquilidad psicológica y espiritual. Recorrer el camino del medio es ser equilibrado, tanto en la vida como en el juego. 

Tampoco me dejó usar los palos de golf, puesto que era un ejercicio mental. En ese sentido, supongo que debemos concentrarnos en los lugares más apropiados del fairway para ejecutar el próximo tiro. Poner atención solo al objetivo. Nunca ponerla en algún peligro u obstáculo. Y ni siquiera imaginar que visitamos los lugares más complicados, como tampoco excedernos con nuestras expectativas. ¡Esos son pensamientos limitantes! Nunca debemos visualizarnos cayendo en un problema, ni logrando lo que consideramos imposible. La ruta de la felicidad es optimista y a la vez realista. Cambia con las circunstancias en cada golpe. Somos felices siendo positivos, flexibles y confiados. 

Ahora, si entendí bien la lección, todo se origina en nuestra mente. Tanto así que ahora pienso que el Maestro me hipnotizó durante nuestra caminata. No fue casualidad que yo recordara el poema de Machado. Me sugestionó varias veces con palabras bien escogidas. ¡En esos versos se esconde la receta para encontrar la ruta de la felicidad! ¡Golpe a Golpe, Verso a Verso! Y en el contexto de una lección de golf o de vida, el poema habla de mundos mentales que creamos con los actos, pensamientos y sentimientos que experimentamos después de cada golpe que recibimos de la providencia. Y sugiere que para encontrar la felicidad no nos sirve rezar, sino continuar caminando por el sendero del optimismo y la fe, sin rendirnos ni dejar de caminar. ¡Qué lindo!

  • Fluir sin resistencia. 
  • Mantener el equilibrio.
  • Imaginar el éxito.
  • Pensar con optimismo.
  • Confiar en nuestros talentos. 
  • Armonizar con el Universo...

Teniendo en cuenta que apenas somos "estelas en la mar". 

¿Habrá que anotar estas ideas en la libreta o serán solo elucubraciones mías? Igual las anotaré, aunque sospecho que de alguna forma, él está interviniendo ahora mismo en mis pensamientos y que estas reflexiones son parte de sus lecciones, por inverosímil que parezca. Es bien posible que el Maestro sea un mago, que se introduce en nuestras mentes y permanece allí por un tiempo después de la lección asegurándose que entendemos su mensaje. Le preguntaré directamente. Su vida después del accidente es todo un misterio. Quién sabe qué sorpresas guarda en su pasado. 

«Mmmm... este café se puso bien suspicaz. Mejor voy a jugar la segunda vuelta.», pensé.

Tomé el bolso y partí dispuesto a poner en práctica los consejos del Maestro. Todo iba muy bien –casi demasiado bien– hasta el penúltimo hoyo. En la salida del 17 comenzó el desastre. Injugable entre los árboles. Y después de ese instante, la ilusión de haber descubierto los secretos del golf, reventó como "pompas de jabón". Hice un triple y luego terminé con un doble bogey y una enorme frustración. Todos los fantasmas del pasado volvieron a aparecer y el desánimo me hizo cuestionarme todo. ¡Qué horror!


La ruta de la Felicidad

Estaba absorto en el tee de salida del hoyo 1 del Club de Golf Rocas de Santo Domingo, contemplando el cielo cuando llegó el Maestro. Nadie más andaba por ahí tan temprano. Las nubes daban un extraordinario espectáculo de blancos y grises esa madrugada. Enmarcadas por la radiante luminosidad del sol que deseaba asomarse y mecidas por la brisa matutina, parecían seres angelicales anunciando la magnificencia de Dios. «Solo faltan las trompetas», pensé. 

    – Bello amanecer –comentó a modo de saludo, palmoteándome la espalda–. ¿Puedo ver la libreta?

    – Hola. Claro que sí –, le dije mientras la sacaba del bolso.

Alumbró las páginas con una pequeña linterna para espantar la penumbra y leyó mis anotaciones. Esperaba alguna felicitación pero solo comentó:

    – Tal vez avanzamos muy rápido. Deja los palos ahí. Hoy caminaremos por el fairway. Quiero que conozcas la ruta de la felicidad.

    – Ayer practiqué toda la tarde para disfrutar el juego de hoy...

    – Se practica para permitir, no para disfrutar –, me corrigió inmediatamente.

     – Eso quise decir. Practiqué vaciar mi mente de pensamientos y eliminar tensión de mi cuerpo. 

    – Buen comienzo. Pero ahora nos concentraremos en encontrar el mejor recorrido, armonizando nuestro cuerpo, mente y alma con la cancha y de paso, ojalá eliminar algunas creencias limitantes. Es necesario tener confianza en tus habilidades. Solo así permites que tu cuerpo responda sin resistencia. Vamos. 

Comenzó a caminar por el pasto corto. Sin apuro. Observando. Oyendo. Sintiendo. Respirando. Absorbiendo la energía de la naturaleza. Como si estuviese meditando. También yo comencé a sentirla. El pasto estaba húmedo. El aire también. El cielo se había cubierto y era muy probable que el rocío nos empapara. Nada de eso perturbó al Maestro. Solo se detuvo poco antes de llegar a la trampa de arena. Desde allí veíamos perfectamente la bandera en el green. 

    – Esta es la posición ideal para hacer mi tiro de acercamiento hoy. Está plano y tengo vista directa a la bandera–, dijo y luego se volvió, apuntando hacia atrás –. Ese es el camino del medio. El comienzo de la ruta de la felicidad en esta cancha. Es la senda que nunca se ha de volver ha pisar...

Me volví y ví que nuestras huellas estaban bien marcadas en el pasto húmedo. Trazaban una línea apenas curva desde la salida, dividiendo el fairway casi por la mitad. Era el camino del medio... dibujado por nuestras huellas, nada más. 

    – No parece un tiro difícil –, comenté, volviéndome hacia el green. 

    – El primer golpe es siempre un gran desafío. No intentes un golpe demasiado arriesgado al comenzar una ronda. Alimenta tu confianza durante el recorrido. Escoge una trayectoria que te aleje de los peligros. Y más importante aun, debe ser un objetivo alcanzable. Saber que puedes posicionarte bien desde la salida, es vital. Este juego es golpe a golpe...

    – Algunos profesionales se tiran por arriba de los árboles, para acortar el dogleg y quedar más cerca del green.

    – A veces hay que correr riesgos. Hoy no conviene ser demasiado audaz y nunca persigas la gloria con un golpe. Confía en lo que te dice la naturaleza. Los árboles, el viento, el aire, la humedad..., los pájaros y las nubes, todo el universo se confabula para ayudarte. Vuelve a ser ese niño inocente que actúa en el presente y se impregna de las energías cósmicas. Amplía tu identidad y permite que la naturaleza fluya contigo. Tu alma no tiene límites y posee una sensibilidad exquisita. Sigue sus consejos. 

    – ¿Entonces la ruta de la felicidad cambia a diario?

    – Obvio. Cambia con las circunstancias. Y es diferente para cada persona. Todo pasa... Si tú hubieses escuchado realmente a la naturaleza, habrías usado otro trayecto. Eso es lo que aprenderás hoy. A encontrar el camino de la armonía interior respetando la voluntad de la cancha. Obsérvame como recorro los primeros hoyos. Cuando estés listo para intentarlo, avísame. 

El Maestro se sumió en una especie de trance. Supuse que para estar atento a todas las señales del entorno. Juntó sus manos como si estuviese orando y luego asintió, como si hubiese tomado una decisión y se dirigió hacia al costado derecho del green. Sus pasos se curvaron hacia el centro del green y se detuvo a unos 3 metros de la bandera. Allí cerró los ojos y se movió lentamente en espiral hacia el hoyo. Sacó la bandera y la repuso con decisión. Al salir del trance, me sonrió y me hizo una seña para que lo siguiera. Nos dirigimos a la partida del hoyo 2.  

    – Estaba fácil ese hoyo hoy –, señaló como si de verdad lo hubiese jugado.

Yo asentí, perplejo. Reconozco que me asaltaron dudas, pero igual intenté poner toda mi atención al ritual que supuestamente lo guiaba por la ruta de la Felicidad. Volvió al trance y caminó por el medio del fairway desviándose un poco a la izquierda a la altura de las 150 yardas y se detuvo un poco más adelante, bastante cerca del rough. 

    – Desde aquí tenemos tiro a la bandera –, acotó y se sumergió en su trance para continuar hasta el green, detenerse allí un rato y luego acercarse al hoyo moviéndose en espiral, sacar y reponer la bandera. 

    – Esa caída era engañosa –, dijo y se encaminó a la partida del hoyo 3. 

Yo solo podía intuir lo que pasaba por su mente. Supuse que jugaba en su imaginación y que intentaba percibir las energías del medio ambiente para determinar la trayectoria que debía seguir su pelota. Noté que su respiración se hacía más profunda y que demoró un poco más en salir caminando de la partida de ese par 5. Estaba tomando una decisión crítica. Luego caminó por el centro del fairway y se detuvo justo antes del angostamiento. No tardó en seguir su lento recorrido. Se detuvo poco antes del búnker que protegía al green. Allí inspiró profundamente y exhaló ruidosamente para quedarse inmóvil por un buen rato. «Otro golpe crítico», pensé. Entró al green con cierta autoridad y se detuvo apenas a un metro del hoyo. Esta vez se acercó directo a la bandera para sacarla y reponerla como siempre. Me pareció que fluía en un trance profundo, entre cada golpe. 

    – Usar el drive era peligroso –, comentó como dando una excusa y se dirigió a la salida del hoyo 4. 

En lugar de seguirlo, esta vez decidí sintonizar con la naturaleza e imaginar que ella me aconsejaba por donde recorrer el campo de golf. Mi conversación imaginaria me hizo seguir una trayectoria bien diferente a la del Maestro, pero nos juntamos en el green. Cuando le expliqué lo que había hecho, me sugirió:

    – Está bien que consideres a la naturaleza como un ser vivo y consciente. Pero no creas que está separada de tí. Tú y toda la naturaleza en realidad son un gran organismo. Deben coordinarse, si quieren encontrar la felicidad. El viento, las nubes, los árboles y el pasto, todo lo que te rodea es una extension de tu cuerpo. Ama los mundos sutiles. Avanza por el campo en armonía con toda esa energía natural y comenzarás a entender su lenguaje. 

En la salida del hoyo 5 seguí sus instrucciones e imité su comportamiento. Comencé a caminar despacio y escuché al Maestro, susurrar:

    – Todo lo que te rodea, está dentro de tí. Lo que llamas realidad es el reflejo de tu energía interior. Eres el universo entero. Todo lo que existe.

No hablamos más. Seguí caminando intentando convencerme de que toda aquella experiencia estaba realmente en mi interior. «Todo se origina en mi mente», pensé. Dejé de dudar, confié en el Maestro y como hipnotizado me concentré en avanzar estando en el presente. Con cada paso que daba, más pleno me sentía. Algo dentro de mí me hizo recordar el poema de Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar...y todas sus palabras adquirieron un nuevo significado, más profundo y misterioso. La sensación de plenitud era tal que me olvidé del golf y del Maestro. Continué caminando apoyado más en mis instintos que en mi mente. Cuando llegué al hoyo 9 estaba exultante, completamente identificado con el Cosmos. Entonces, una voz conocida me sacó del trance. 

    – Bien hecho. Encontraste la ruta de la felicidad –. Susurró el Maestro intentando no sobresaltarme. 

    – Oh... Nunca había caminado con esa intensidad. 

    – Así debes recorrer el campo entre golpe y golpe. La lección de hoy ha terminado. Regístrala en la libreta y nos vemos mañana de madrugada en el tee de salida del hoyo 10 para completar el recorrido. Hasta mañana!

El Maestro se fue, jugueteando con su bastón y yo me quedé en "la pasada", para anotar en la libreta esa extraña experiencia. Pedí un café bien cargado, confiando en despertar del todo y así poder asumir mi rol de escritor. Estaba seguro de que el Maestro me pediría la libreta antes de la siguiente lección.