
Tal vez es sólo un personaje secundario de la novela, pero su influencia es vital, puesto que logra salvar la vida de uno de nuestros héroes. Ante su desolación, le promete un camino alternativo, sin sufrimiento. Para trascender la ilusión dolorosa, le propone calmar los pensamientos, meditar y seguir los consejos de un maestro iluminado para aprender a observar las fuerzas invisibles que gobiernan nuestras vidas. Y díganme que no tiene mucha razón... Los acontecimientos que agitan nuestras experiencias y tuercen nuestros destinos, son motivados por emociones. Etéreas e invisibles, pero poderosas energías.
Este delgado místico, también decía que se alimentaba de luz, lo que podía ser una manera de plantear que era vegetariano. O tal vez, su forma de insinuar que somos seres luminosos, o quizás, quería insistir en que era un personaje virtual, dentro de la matrix. Esto, lo dejaré a vuestra interpretación. No es lo más relevante...
Lo que a mi me parece mucho más interesante, es que el fakir sostenía categóricamente que nuestra vida es perfecta. Perfecta para el aprendizaje que nuestra alma debe lograr en esta vida. Según él, todos los acontecimientos que nos ocurren, tienen una razón de ser. Son necesarios y precisos para nuestro crecimiento espiritual. Según él, no debemos quejarnos porque todo lo que sucede nos viene de perillas para nuestra correcta evolución espiritual. Pensar así, nos convierte en seres optimistas, confiados, flexibles, preparados para los cambios y dispuestos a aprender con lo que nos traiga el destino. ¿Asombrosa filosofía, no?
Y continuando con su receta para vivir mejor, también sugiere que busquemos nuestra verdadera identidad recorriendo el camino hacia la luz. Me parece que esta es una declaración que señala que el sentido de la vida es el desarrollo espiritual. Y que nuestro deber es hacer madurar al ego, obligándolo periódicamente a construir nuevas identidades, en la medida que nos vamos haciendo más sabios y conscientes.
Lo que a mi me parece mucho más interesante, es que el fakir sostenía categóricamente que nuestra vida es perfecta. Perfecta para el aprendizaje que nuestra alma debe lograr en esta vida. Según él, todos los acontecimientos que nos ocurren, tienen una razón de ser. Son necesarios y precisos para nuestro crecimiento espiritual. Según él, no debemos quejarnos porque todo lo que sucede nos viene de perillas para nuestra correcta evolución espiritual. Pensar así, nos convierte en seres optimistas, confiados, flexibles, preparados para los cambios y dispuestos a aprender con lo que nos traiga el destino. ¿Asombrosa filosofía, no?
