Trata de ser amable y considerado, en cualquier circunstancia. La razón es simple. Tu tienes una visión subjetiva y parcial del mundo, que por cierto no es más real que la visión del otro. Los demás también la tienen y ellos podrían tener algo de razón. Recuerda siempre que no eres dueño de la verdad ni gozas de privilegios y recién estas madurando. Apenas tienes tus limitados sentidos y experiencias propias para aprender a vivir. Y eso es insuficiente.
Puedes enriquecerte mucho al respetar a los demás, al aceptar sus ideas y al justificar sus actos. Puedes usar su historia para comprenderlos mejor. Especialmente a los que son diferentes a ti. Si intentas ver las cosas desde el punto de vista del otro, encontrarás las razones de su conducta, ampliarás tu conciencia y recorrerás mundos asombrosos. No te encierres en el tuyo. Usa los sentidos y las experiencias de otros para ampliar tu conciencia. Aprovecha el aprendizaje de otros y no juzgues a nadie. Menos a ti mismo.
¡Siempre intercambia energía positiva con los demás!
Todos los seres humanos buscamos el placer. El placer no es malo. Buscarlo es tan natural como comer o respirar. Reconoce tu adicción al placer y acéptala en los demás. Es un comportamiento propio de los seres vivos. La búsqueda del placer explica mucho del comportamiento humano. Intenta siempre ser agradable. Es un hábito muy rentable puesto que normalmente tiene como resultado el aumento de tu bienestar. Nuestra cortesía retorna convertida en cariño y nuestro mundo se hace más agradable. El placer normalmente es bueno. Nos mueve. Nos energiza.
Ten en cuenta que los humanos siempre hacemos lo que queremos hacer. Elegimos hacerlo por alguna razón. Aunque a veces no lo hacemos contentos, sino que nos sentimos obligados. Esto es una ilusión. Nadie nos puede obligar a hacer lo que no queremos hacer. Por ejemplo, a veces escogemos trabajar en algo que no nos gusta porque deseamos el pago, y lo hacemos, aunque tengamos que hacer un gran esfuerzo. Pero en verdad lo hacemos porque queremos tener esa remuneración.
El secreto de una vida plena es hacer todo con gusto. Si trabajas en algo que te gusta, no harás esfuerzo. Haz lo que quieras, por el placer de hacerlo. Vive el presente sin juicios y relaciónate sin exigencias ni expectativas. Nunca aceptes hacer algo obligado por las circunstancias. Cuando hacemos las cosas a regañadientes, es porque tenemos deseos incompatibles. Revisa tus deseos y desecha aquellos que te cuesten demasiado. No tengas deseos contradictorios... Eso te hace mal.
La vida no se vive. La vida nos vive a nosotros. Deja que se manifieste ante ti. Expande tu conciencia, fluye por la vida, suelta el control y acepta las circunstancias y a los demás como son. Vive con alegría, vive amando, vive intensamente, buscando el placer de experimentar cada momento en plenitud. Así vivirás en el bienestar del paraíso perdido.
Perdimos esa forma de vida, cuando nuestro egoísmo se impuso a nuestra consideración. Nuestro pecado original es que también pretendimos gozar del placer de ser servidos. En algún momento supusimos que tenemos privilegios, que somos especiales y que merecemos más que otros. Ese es el tipo de placer que puede enviarte al infierno. El placer de sentirse superior es el peor engaño que nos hacemos y un camino que nos lleva inevitablemente al dolor.
Tu vida es tuya y solo tuya. Vivirla bien es tu gran desafío. Y además, es tu principal responsabilidad. Vívela con pasión e intensidad. Y sobre todo, cuídate de tener deseos contradictorios. Ese es el peligro. Trata de que tus deseos sean coherentes. El universo siempre conspira para darte lo que deseas. Ante deseos incompatibles, te hará elegir con dolor. Actúa pues, con plena convicción, impulsado por tus deseos más profundos. Puedes escoger una conducta que te lleve al bienestar si eres coherente y justo. ¡Disfruta la vida con placer, para que tu vida tenga sentido! Solo una vida placentera merece ser llamada vida.