Europa está infestada de vendedores de bastones para tomar selfies. Y si hay tantos vendedores es porque hay más compradores. Es el síntoma de una sociedad enferma de individualismo y autonomía. Una sociedad que vive mirándose el ombligo e inflando egos. Y para que no quede duda alguna, me declaro igualmente enfermo.
Ya ni siquiera necesitamos pedirle a alguien que nos tome una fotografía. Pedir ayuda y/o ayudar a otra persona es una característica humana que podríamos estar perdiendo. Cada uno de nosotros vive en su propio cosmos sin percatarse de los eventos que influyen en el cosmos de los demás. Nos importa sólo lo que afecta nuestro vivir individual. Tal vez porque nos creemos más importantes que los demás.
La historia de la Humanidad está repleta de guerras en contra de egos sobrealimentados. Muchos se han creído superiores, con derecho a definir el destino del "pueblo ignorante". Los faraones egipcios, los sultanes turcos, los emperadores romanos, los cruzados, los conquistadores, los pontífices… y en épocas más recientes, algunos generales, algunos políticos y empresarios, incluso ciertos doctores y economistas, todos aquellos que se han sentido dueños de la verdad, han cometido pecados atroces en defensa de sus propios intereses. Reconozco que muchos no han estado conscientes de las repercusiones de sus conductas egoístas y que puede no haber existido mala intención. Pero el enorme daño que esos egos con poder han infringido al ser humano, resulta inconmensurable.
Muchos, pobrecitos, siguen creyéndose superiores. ¡En pleno siglo 21! La soberbia, esa traicionera sombra del poder, infla los egos y trastorna el juicio. La sensación de superioridad no nos permite digerir la vida y cuando advertimos que no somos dignos del poder que hemos acumulado, nos enfermamos. Para curarnos tenemos que desinflar nuestros egos y entregar el poder. Pero nada nos asusta más que mostrar nuestra humanidad.
La educación debe continuar la batalla contra los egos obesos. La guerra está lejos de ganarse. Esos egos inflados han quitado a muchos su derecho a pertenecer a la comunidad humana. Son como globos aerostáticos, que buscan subir cada vez más alto para tener más perspectiva, pero que en su ascenso pierden contacto con la Tierra y su visión termina nublada por sus certezas.
Cuando vemos la indiferencia generalizada frente al drama de la inmigración africana a Europa, cuando nos percatamos de que nadie quiere hacerse cargo del problema, cuando miles de muertes no son suficientes para despertar nuestra solidaridad, cuando no nos afecta la agonía de niños y mujeres africanos que prefieren arriesgar sus vidas antes que aceptar el hambre, la pobreza y la humillación… entonces es tiempo de desinflar nuestros egos y ampliar nuestro sentido de pertenencia.
¡Son seres humanos!, como usted y como yo. Aunque muchos se conmueven más por las malas notas de sus hijos, que por el destino de millones de africanos. La educación, sin embargo, debe enseñarnos a sentirnos todos humanos, miembros de una civilización solidaria, de una cultura respetuosa de nuestras diferencias y de una sociedad que se preocupa por el bienestar colectivo.
Lo mismo ocurre con el calentamiento global. La indiferencia frente a la deforestación, a la contaminación, a la sobre-explotación de los recursos naturales, entre otras, nos demuestra que necesitamos una nueva forma de relacionarnos con la naturaleza. Nuevamente debemos ampliar nuestro sentido de pertenencia. Sentirnos parte del milagro de la vida en nuestro planeta.
¡Somos seres vivos! y debemos cuidar nuestro hábitat. Una tarea que tendremos que asumir mas temprano que tarde. La flora y fauna que compone la biosfera está intrínsecamente relacionada. Lo que hagamos con la naturaleza determinará nuestra propia sustentabilidad. Esta es una responsabilidad que la educación debe inculcar a todos los jóvenes.
Pero si verdaderamente queremos ampliar nuestro sentido de pertenencia, tendremos que sentirnos parte del proceso evolutivo que la vida desarrolla en la Tierra. No somos inmutables. ¡Somos un proceso! Estamos inmersos en un proceso universal de transformación continua. Hemos heredado ciertas características que debemos cultivar para desarrollar nuestro pleno potencial. Hemos hecho avances notables en ciencia y tecnología. Debemos aprovecharlos. En este proceso evolutivo, la mejor estrategia que podemos identificar para nuestra especie, es la integración de nuestros conocimientos a través de una educación de calidad y el aprovechamiento de la tecnología para usarlos eficientemente. Mejorar nuestras posibilidades evolutivas significa integrarnos mejor: Como seres humanos, como seres vivos y como partes de un proceso cosmológico universal.
La educación mejoraría significativamente si lograra transmitirnos las implicancias más profundas de las verdades más simples:
¡Somos seres humanos, somos seres vivos y estamos evolucionando!