El diluvio de información y la interconectividad que nos proporciona internet, ha cambiado la ecología de nuestro planeta. Y lo seguirá haciendo en forma acelerada. Los humanos vivimos en un ambiente de complejidad creciente que ha dejado obsoletos todos nuestros mapas. Las estrategias que usábamos hace muy poco tiempo, ya no sirven. Quien quiera continuar haciendo las cosas, como se hacían antaño, se enfrentarán con el inexorable castigo de la evolución cultural. Una sensación de desconcierto, frustración, incomprensión, e incluso de soledad los irá embargando progresivamente. No comprenderán porqué los demás no los entienden.
En ninguna parte es más evidente esta incertidumbre que en las cúpulas políticas, judiciales y empresariales de nuestro país. En vano, esos viejos y poderosos personajes, intentarán recuperar valores que están extinguidos, aferrarse a las tradiciones y luchar contra los cambios sembrando miedo y resistiendo las fuerzas evolutivas. Pero, estarán cada vez más desconectados del mundo real.
Internet es el resultado de la evolución tecnológica y simultaneamente, una gran oportunidad puesto que nos proporciona una nueva capacidad de autorregulación al interconectar a una gran masa de seres humanos. El individuo, pierde relevancia en esta intrincada red de comunicaciones y nuestra sociedad, colectívamente adquiere una identidad que superará todas nuestras expectativas. Porque tenemos historias y experiencias únicas y somos muy diferentes, cada ser humano aporta una gota de sabiduría al gigantesco potencial que ha adquirido la humanidad. Somos una especie compleja que, colectívamente, se apresta a vivir una metamorfosis cultural sin precedentes.
La forma en que vivimos no es sustentable. Para sobrevivir, necesitamos cambiar nuestras conductas.
Lo que antes era práctica habitual debe revisarse en funcion de la nueva ética que requiere la interconectividad, la transparencia y la retroalimentación inmediata. Ya no podemos dar algo por sentado. Nuestras creencias más básicas tendrán que resistir continuos cuestionamientos y comprenderemos que estamos fluyendo en un proceso universal de gran dinamismo. Debemos aprender a vivir en la incertidumbre, a convivir con la diversidad humana, a respetar la naturaleza y a integrarnos a la gran aventura de descubrimiento que nos propone este universo pletórico de información. Necesitamos incrementar continuamente nuestra capacidad para procesar información y mantener el impulso vital y la curiosidad que traemos desde la cuna. Sobre todo, necesitamos cambiar nuestra forma de pensar. El pensamiento lineal y la relación causa-efecto pertenecen a tiempos pretéritos.
Si queremos vivir en un mundo con internet, necesitamos comprender la complejidad, la extrema sensibilidad de los sistemas interrelacionados, el poder de la retroalimentación inmediata, la magia de la sinergía, la persistencia de los atractores y las posibilidades de lo emergente. En la complejidad, el presente está causado por todo lo que ha ocurrido en el pasado. Nada es inocuo. Somo todos responsables de estar donde estamos, para bien y para mal. Y el futuro es un mar de posibilidades. Nada es seguro, pero todo es probable. Lo bueno y lo malo...
En esas circunstancias, tenemos un poder extraordinario. Podemos actuar en el presente, para hacer algún escenario futuro algo más probable. Podemos influir, decisivamente, en el futuro. Colectívamente, somos co-creadores de nuestro destino.
Tomarse en serio la complejidad y esta forma de pensar, implica que nos debemos hacer responsables de las consecuencias de nuestros actos; debemos reconocernos en los demás y entender que viajamos juntos en una aventura de expansión de conciencia. Dicho de otra forma, desarrollar pensamiento complejo significa destituir al egoismo, la vanidad, la avaricia y la ambición individual y reemplazar esa energía por la solidaridad, la humildad, la generosidad y el bienestar colectivo.
Mejor aun, aprender a pensar en forma compleja e integrada es, tal vez, nuestra mejor arma para derrotar al fantasma de la corrupción que acecha desde la oscuridad.
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