He
dejado que el silencio haga su trabajo. Después de visitar India y conversar
con el Dalai Lama, volví a pasar Navidad con mi familia y entonces, el
contraste incuestionable de lo material con lo espiritual, de una cultura orientada
al exterior y una cultura orientada hacia el interior, generó una profunda
inquietud en mis pensamientos. Toda esa experiencia me provocó un tremendo remezón.
Escribí
algunas notas, aunque fueron escritas casi por cumplir, pero claramente no
logré expresar ni la complejidad, ni la magnificencia de cada momento. Ese
presente vivido fue diferente. Fueron momentos que dejaron huellas imborrables,
no tanto en mi consciente -siempre superficial- como en mi inconsciente. Allí
quedaron escondidas, por un tiempo.
Darle
tiempo al tiempo. Dejar que la experiencia decantara, para poder distinguir lo
que había ocurrido. Al menos desde mi perspectiva.
Somos
únicos…
Todo
lo que sucede, deja huellas en nosotros. Por una parte, somos hijos de nuestras
circunstancias. Por otro lado, todo lo que hacemos, deja huellas en el
universo. Y en este sentido, el universo
que vivimos es hijo de nuestro comportamiento. Todo lo que sucede está
íntimamente relacionado o intrínsecamente conectado. El presente está preñado
de un futuro que es hijo del pasado. Es
la deriva natural de un flujo de vida único e irrepetible. Somos originales.
Cada uno de nosotros. Y aunque fuera solo por eso, cada vida merece ser vivida
plenamente. Para lograrlo, tenemos que desarrollar nuestro pleno potencial.
Somos
responsables….
Somos
totalmente responsables de nuestros actos y de sus consecuencias en el largo
plazo. Somos además, responsables de quienes somos y también somos responsables
del futuro que hemos co-creado. Es fundamental, tomar consciencia de nuestra
responsabilidad.
Somos
seres sociales…
Una
vida plena, supera el egoísmo. La felicidad no está en el exterior. Está en
nuestra forma de pensar. Necesitamos contribuir a un proyecto que trascienda
nuestros propios intereses. No hay plenitud sin una vida con sentido, orientada
hacia un objetivo superior. No hay verdadera responsabilidad sin consciencia
social. Es imprescindible vivir impulsado por la nobleza del bien común. Algo
que nos motive y entusiasme. Una causa noble.
Buscamos
el bienestar…
Estamos
bien, cuando nos sentimos en armonía con nuestro entorno, en armonía interior y
en armonía con nuestros objetivos. Nos gusta ser integralmente coherentes y eso
solo se logra fluyendo por la vida. Viviendo el presente continuo cambiante sin
resistencia; concentrando nuestra atención en metas interesantes y motivadoras,
pero alcanzables. Necesitamos estar en un continuo aprendizaje, armonizando
nuestros actos, nuestros pensamientos y nuestras emociones.
Necesitamos
expandir nuestra consciencia…
La
vida misma es un proceso de crecimiento, que pretende convertirnos en nuestra
mejor versión. Cada experiencia nos enseña algo. Cada revelación nos expande la
consciencia y nos permite mirar con mayor perspectiva nuestra historia y
nuestra realidad. Vamos adquiriendo experiencia y eso nos hace más complejos.
El tiempo es nuestro aliado y nos ayuda a madurar, nutriendo a nuestra
consciencia de múltiples conexiones, interiores, exteriores y emergentes que
transforman nuestro ser y nuestro entorno. Cada aprendizaje nos ayuda a ordenar
nuestra vida. Vivir aprendiendo nos hace bien.
¡Vivan
plenamente!
¡Vivan
responsablemente!
¡Vivan
con sentido!
¡Vivan
con armonía!
¡Vivan con curiosidad!