El mundo está
enfrentando una transición cultural profunda, catalizada por problemas
globales, de carácter sistémico (interconectados e interdependientes) que
demuestran la necesidad expandir nuestra percepción de la realidad, desde la
mirada mecanicista, cartesiana y lineal hacia una perspectiva sostenible,
holística y no lineal (integral). El cambio de paradigma nos dará una nueva
explicación de cómo funciona la vida, que modificará nuestros valores y
comportamientos. En esta tarea, la educación tiene un rol fundamental y la
nueva generación de profesionales, debe estar
preparada para asumirla.
Si vamos a
discutir los problemas de fondo acerca del acortamiento de carreras, en primer
lugar tenemos que despojarnos de los intereses particulares y enfrentar el
desafío con una perspectiva planetaria.
A las universidades no les conviene.
A los profesores tampoco.
Y sin embargo, se puede...
Se puede
reducir la duración de las carreras, siempre que los nuevos profesionales
asuman la responsabilidad de su actualización permanente. En un mundo
cambiante, el título profesional debe entenderse como el inicio de la educación
continua y por tanto, la preparación universitaria debe conducir a la autonomía
académica.
Se puede
reducir las carreras si la educación secundaria logra los estándares que el
ministerio le impone. No es justo que solo la educación superior asuma el costo
de una tarea mal ejecutada por terceros. Quien quiera seguir estudios
superiores debe estar capacitado para ello. Esta es tarea de todos.
Se puede
reducir las carreras si se facilita la inserción laboral con procesos
educativos más prácticos, donde el aprender se logra haciendo. En esta tarea la
empresa pública y privada debe relacionarse mejor con las universidades,
desarrollando capacitaciones conjuntas.
Por último,
se puede aprovechar esta re-ingeniería de las carreras para actualizar las
disciplinas en función de las necesidades del siglo XXI, aprovechar la
accesibilidad al conocimiento que nos brinda la tecnología, usar mejores métodos y generar sinergias
entre las instituciones de educación superior, sin olvidar que estamos formando
seres humanos que tendrán que resolver los problemas que nuestra mirada fragmentada y cortoplacista les ha heredado.
Perder esta oportunidad, sería una verdadera irresponsabilidad.