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miércoles, 15 de agosto de 2012

La felicidad en la educación

En la primera mitad del siglo pasado, mientras Piaget, Dewey, Montessori y Vigotsky revolucionaban la educación occidental con nuevas miradas, Tsunesaburo Makiguchi un educador japonés proponía una educación orientada a la felicidad para lograr una sociedad de bienestar. Un visionario extraordinario, que ya en esa época sugería que "el objetivo de la educación no era transferir conocimientos, sino guiar el proceso de aprendizaje y entregar al estudiante métodos para investigar". Makiguchi sostenía que el aprendizaje producía alegría. En Oriente hay colegios y universidades que siguen esta línea.
En cambio, en Occidente, la felicidad no parece formar parte del proceso educativo. No está en el currículo, ni en la mente de los profesores, alumnos o directores. Parecería extraño entonces que los padres condenen a sus hijos a 14 años de ausencia de felicidad; pero ellos vivieron lo mismo y tampoco conciben la posibilidad de una educación entretenida.
Organizamos un desayuno para comentar sobre la felicidad en la educación y preguntarnos si es posible que la educación fuese fuente de bienestar y felicidad. Invitamos a un emprendedor como Roberto Bravo de Desafío Levantemos Chile; a una Arquitecta como Mónica Barros, que se convirtió en profesora y está feliz haciendo clases en La Pintana; a un biólogo, Humberto Maturana junto a una orientadora, Ximena Dávila, ambos co-fundadores de la Escuela Matríztica quienes propugnan una transformación en la convivencia "amorosa"; un  psiquiatra como Daniel Martinez investigador del bienestar estudiantil y un poeta-profesor como Erick Pohlhammer que es auténtico como pocos. Participaron además, ex-ministros de educación, decanos y rectores, profesores y estudiantes.
Perspectivas muy diferentes que enriquecieron la conversación y que nos hicieron reconocer que nuestras propias experiencias nos hacían tener una mirada limitada. Somos poco objetivos, porque somos seres emocionales. Finalmente, pienso que todos salieron de la reunión con una idea más amplia de como podemos hacer de la educación un proceso más alegre y lúdico; de que necesitamos escuchar más a quienes piensan diferente; de que nuestro punto de vista es solo una parte de la verdad y que el diálogo respetuoso y considerado puede contribuir a nuestro crecimiento.
Aunque no se dijo en forma explícita, la conclusión a que llegamos es que la felicidad debe ingresar a la escuela y a la universidad. Y los educadores somos los responsables de hacerlo. ¡Ojalá lo intentemos!

2 comentarios:

  1. Vale, que la felicidad ingrese a la universidad como un estudiante destacado.

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