Cuando el educador se considera experto en una disciplina
determinada del currículo y considera que su tarea en enseñar esa disciplina,
está confundiendo su rol. Peor aun, se está definiendo como un intermediario
entre el especialista y el novato, colocándose en una posición inferior al
especialista y superior-al menos por un tiempo- al novato. Está, a nuestro
juicio, equivocado. El docente no debe identificarse con la disciplina que
imparte, ni debe permitir que la sociedad lo catalogue de esa manera.
Diríamos que aquel educador, tiene una crisis de identidad. Hay
demasiados profesores confundidos, que piensan que son profesores de un ramo.
Efectivamente tienen conocimientos específicos y una forma de resolver
problemas apropiada para cierta especialidad. Conocen el lenguaje y comparten
ciertos códigos, propios del área. Saben mirar con los anteojos del experto y
nos ayudan a comprender un tema desde la perspectiva del especialista. Son, en
esencia, traductores de un idioma que no dominamos. Pero no son verdaderos
expertos en esa disciplina.
Plantearse como experto en un ramo, equivale a menospreciar el
papel del educador frente al especialista. Es rendirse a la superioridad del
experto y aceptarse como un profesional de segunda categoría. En esto, muchos
profesores y también muchas personas cometen una injusticia gigantesca. La
verdadera especialidad del educador es, justamente, la pedagogía; palabra que
viene del griego paidos (niño) y gogos (conducir). ¡El educador es un conductor
de jóvenes! Un acompañante del estudiante hacia su autonomía.
El profesor que se autodefine como un tutor que colabora en el
desarrollo del joven, construyendo una relación de confianza para conducirlo hacia
la autonomía, fomentando su curiosidad y apoyando su aprendizaje...reconociendo además,
sus talentos e individualidad para que se realice contribuyendo a la sociedad
con integridad; ese profesor no solo sabe cual es su trabajo; sino también
conoce el singular valor del docente y ¡apuesto que es un verdadero maestro!
Los educadores son expertos en la principal disciplina para el
progreso de la humanidad, la formación responsable e integral de nuestra
juventud. En la disciplina más importante para nuestro futuro. Son, en
definitiva, profesores de personas. Cuando la sociedad y ellos mismos se vean
de esta forma, la dignidad de la profesión docente será restablecida a la
categoría que le corresponde.