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viernes, 4 de noviembre de 2011

Postdata


La carta del futuro fue una sorpresa. Asombrosa desde múltiples perspectivas. Y mientras asimilaba el mensaje de optimismo, luchando por vencer la resistencia de mi mente racional (que buscaba explicaciones), una pequeña frase, que venía como postdata, fue adquiriendo energía en mi interior. La carta terminaba así:
PD: Abuelo, tenías razón, la transformación comienza en la educación. Y la respuesta que buscas, ¡está en el corazón de los profesores!
Al principio, esta frase pasó desapercibida. Obnubilado por el origen de la misiva, aturdido por el mensaje inexplicable y complicado tratando de descifrar lo indescifrable, no presté atención a este final.
Poco a poco, esta nota de despedida fue cobrando importancia...
En primer lugar, señalaba que yo tenía razón. Si la carta venía del futuro, tal vez el remitente supiese que en el momento en que yo la leería, mis tribulaciones apuntaban a la necesidad de cambiar los paradigmas para construir una sociedad más justa. Estaba entonces...o estoy ahora, convencido de que la única esperanza de la humanidad era una profunda transformación sistémica. Que debíamos cambiar el modelo conductista que derivaba de las añejas teorías económicas imperantes. Y que necesitábamos incluir la dimensión altruista del ser humano en nuestra forma de relacionarnos. ¡Necesitamos entendernos mejor!
Señalaba además, que la transformación debía comenzar en la educación, lo que tenía lógica. Las generaciones jóvenes son más plásticas y flexibles. Exentas de prejuicios, allí pueden germinar ideas novedosas. Coincidiendo con Claudio Naranjo: Hay que cambiar la educación para cambiar el mundo, esta frase ratificaba mi intuición más profunda: La educación industrializada no es adecuada para el ser humano. ¡Necesitamos educarnos mejor!
Terminaba indicando, que la respuesta está en los profesores. Pero no en su mente, sino en su corazón. No en su parte racional, sino en su parte emocional. No en las teorías pedagógicas sino en el comportamiento que tenían. Personas que tenían vocación de servicio, que creían en el perfeccionamiento humano y que confiaban en sus semejantes. Que sabían el significado de la empatía ¡Necesitamos querernos más!
Entonces comprendí que la escuela debía ser modelo de la sociedad del futuro; un lugar donde los profesores fuesen un ejemplo valórico, donde los estudiantes aprendiesen a conocerse a si mismos (encontrando y desarrollando sus talentos) y a convivir con los demás (respetando y aceptando la diversidad). Pero sobretodo, un lugar donde se buscaba el bienestar general a través del crecimiento individual y colectivo. Solo una escuela con empatía hoy, produciría una civilización sustentable mañana: ¡Necesitamos modelar el futuro en las escuelas de hoy!
Por eso quiero hacer una invitación a ustedes, queridos profesores, para que respondan desde su corazón, la pregunta que ni los políticos ni los estudiantes han sabido contestar.
Necesitamos escuchar la VOZ DE LOS PROFESORES...
Dejo lanzada una pregunta pregunta a quienes realmente saben de educación:
¿CUÁL ES LA EDUCACIÓN A LA USTED ASPIRA?

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