La Vida
Gaspar Lamarc era un educador cuya vida fue perturbada por ese maestro cósmico. Nada de lo que le ocurrió fue casual. Experimentó una crisis existencial al rechazar un reconocimiento porque sabía que no estaba enseñando bien. Advirtió que su éxito como rector era más bien un fracaso espiritual encubierto. Sobre el escenario y frente al desconcertado auditorio que celebraba su desempeño, clamó por intervención divina para mejorar la educación. Fue entonces cuando aquel profesor celestial accedió a cambiar su destino de forma dramática.
Sobrevivió a un accidente aéreo que lo dejó paralizado. Revivió en la selva amazónica, en un mundo tribal gobernado por fuerzas invisibles para la razón. Fue reanimado por una curandera que aparte de ser la jefa de la tribu, decía ser la experiencia humana. Durante su larga estadía en la selva, ella le permitió acceder a sus conocimientos ancestrales y lo preparó como chamán. Aislado de la civilización, aprendió a ver las infinitas conexiones de la intrincada trama de la vida y a distinguir las energías sutiles que movían a la naturaleza. Trabajosamente, se convirtió en intérprete del mundo animista de la jungla amazónica. Viviendo en medio de la naturaleza, comprendió que nada es casual. Todo está profundamente interconectado. Y solo cuando finalmente reconoció que en nuestro mundo moderno y en especial la educación, ese conocimiento ancestral se había olvidado, Gaspar aprobó la difícil asignatura.
Cuando consolidó su nueva forma de pensar y reconoció que la vida, en cualquiera de sus expresiones es sagrada, su maestra amazónica lo devolvió a la civilización. Ya estaba preparado para luchar en contra de la mirada fragmentada predominante de la civilización occidental. Inició el peligroso trayecto de retorno, viajando a la deriva, dejándose llevar por las corrientes algún tributario del Amazonas. Los dioses del río tendrían que protegerlo puesto que el regreso era demasiado arriesgado, dadas sus limitadas condiciones. La prueba final fue tan dura y su situación tan frágil, dolorosa y desesperada que decidió entregarse a la muerte…
Publico esta entrada después de un buen tiempo. Justo el día del funeral de mi amigo y compañero de colegio, Erick Pohlhammer, el poeta de la felicidad, que con su notable sentido del humor y carismática extravagancia, siempre nos recordaba que la vida es tan efímera que hay que disfrutarla aprendiendo de nuestros errores. Y por Dios, ¡qué manera más única de disfrutar la vida que tuvo Erick! Nos dejó un gran ejemplo. Gracias.