Siete años llevo escribiendo este blog. Siete años intentando mejorar la educación desde esta tribuna. Ofreciendo ideas y compartiendo experiencias exitosas. Desahogándome con ustedes ante la fosilización de un sistema educativo diseñado con criterios industriales, apropiado para otra época. Porque bien entrado el siglo XXI cuesta justificar la forma en que educamos en este país. Siete años es suficiente.
Porque después de ver los resultados de la PSU, se reitera una vez más, lo perdidas que han estado nuestras autoridades educativas. Nadie que esté medianamente informado y que sea imparcial en el análisis puede desconocer que, según el propio criterio del CRUCH, la educación privada es muy superior a la educación pública. Y digo según el criterio del CRUCH, porque la PSU es la vara que usan para admitir a los estudiantes a la universidad.
Los categóricos resultados de la PSU demuestran que los colegios privados cubren los contenidos. Al parecer, los colegios públicos no lo hacen. Pueden esgrimir excusas, es cierto, la falta de recursos y el capital cultural, entre muchas otras justificaciones. Pero no pueden desconocer los impactantes resultados que demuestran, una y otra vez, desde hace decenas de años, que la educación privada logra mejor los objetivos educacionales requeridos para los egresados de la educación secundaria. Si hablamos de aprendizajes, la educación privada es superior. Muchísimo mejor que la educación pública. Esta gran verdad sólo puede ser tergiversada por mentes ideológicamente sesgadas.
Por cierto. Hoy, solo los que pueden pagar, tienen acceso a una buena educación. La cancha está desnivelada. Eso lo sabemos. Eso lo reconocemos.
Lo que resulta paradójico es que los colegios particulares subvencionados sean castigados por este desnivel. Porque justamente allí estaba la receta para mejorar. Esos colegios estaban copiando lo que estaba haciendo bien la educación privada. Lograban mayor eficiencia y mayor compromiso. Reconocían e incentivaban las buenas prácticas.
Y tal vez, algunos pocos sostenedores, abusaban lucrando más allá de lo razonable. Ni siquiera creo que hayan sido mayoría. A mi juicio, eran casos muy singulares. La motivación de los sostenedores normalmente partía por la vocación educativa y la responsabilidad social. Pues bien, esa energía emprendedora fue aplastada con una mala reforma. En el futuro la calidad de la educación pública seguirá bajando. No puedo conformarme.
Es que se ha satanizado al lucro, haciéndolo responsable del desnivel. Y debo agregar que este diagnóstico es tuerto. Es cierto que el alto nivel de nuestra educación privada –la mejor de latinoamérica– exige un estándar superior. Pero no es menos cierto, que el bajo nivel de la educación pública es el verdadero problema. En lugar de focalizarnos en rellenar la cancha, allí donde el nivel es bajo, como debería ser, hemos optado por rebajar el nivel de los colegios subvencionados. Bajarlos de los patines. El resultado de este "tratamiento", provocará un hoyo educativo que ante el diluvio de información de la era tecnológica, sencillamente inundará los colegios públicos. Extrayendo material, se puede emparejar la cancha, pero el nivel del juego siempre será inferior.
En lugar de usar una retroexcavadora, habría que haber traído muchos camiones con buena tierra, compactarla con buenos apisonadores y esparcirla con motoniveladoras. Habría que haberse preocupado de la calidad. Pero de subirla, no de bajarla. Nivelando hacia arriba.
Lamento que la visión de nuestras autoridades haya sido tan tuerta. Han usado la educación sin visión de largo plazo. Han abusado de ella. Parece que ellos prefieren vivir en un país de ciegos. Lo más curioso es que educan a sus hijos en la educación privada, dotándolos de ventajas indebidas y por supuesto, acrecentando el desnivel. Ellos no buscan justicia. Buscan justicia, con un tinte de venganza por no haber sido admitidos al club y quieren asegurarse que sus hijos, si pertenezcan a la elite. Deberían tener vergüenza. Detrás de muchas de estas posturas populistas, sospecho que hay mucho resentimiento. Lástima por Chile.
Ante tal escenario, prefiero optar por tomar cierta distancia. Es probable que yo también esté aquejado del mismo mal. En cierta forma, reconozco que todos somos tuertos. Vemos lo que queremos ver. Y cuando los demás no ven lo mismo, creemos que son ellos los equivocados. Tal vez yo esté tremendamente equivocado. Por eso, dejaré por un tiempo de quejarme, con la esperanza de descansar mi visión y recuperar la paz interior.
Dejaré de postear, confiando en que la dirección del cambio es tan evidente, que tarde o temprano nuestras autoridades y los profesores, se preocuparán de mejorar la calidad.
Dejaré de postear, confiando en que la dirección del cambio es tan evidente, que tarde o temprano nuestras autoridades y los profesores, se preocuparán de mejorar la calidad.
Por todo lo anterior, me despido por un tiempo y les deseo un ¡feliz año 2018!