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martes, 3 de mayo de 2016

En busca de la inmortalidad

El viernes recién pasado almorcé con una amiga científica. Nuestra conversación giraba en torno a la felicidad. Yo me quejaba de que habiendo tanto progreso económico, tanto avance tecnológico y tanto conocimiento científico, la felicidad promedio del ser humano no parecía aumentar, sino todo lo contrario. Era una paradoja, que el progreso material que vivíamos no aumentara la felicidad.
El problema, señaló ella, es que todo esos avances no están orientados a lograr que las personas sean más felices. Lo que de verdad mueve al hombre no es la felicidad, sino la búsqueda de la inmortalidad. Más que ser felices, queremos ser eternos. La mejoría en las condiciones de vida han disminuido drásticamente la mortalidad infantil y aumentado notablemente las expectativas de vida. La ciencia, que es el verdadero motor del progreso, insistió, pretende extender la vida, tanto como sea posible. Y en la mayoría de los casos, independiente de la calidad que tenga esa vida… agregó.
Reflexionando posteriormente sobre sus palabras, tuve que reconocer que tenía razón.
Hemos vivido una infancia mágica. Donde todos los cuentos terminaban con una frase típica: “y vivieron felices por siempre jamás”. Yo siempre pensé que lo importante de esa frase era que los personajes vivirían felices, pero parece que era mucho más importante ¡que viviesen por siempre jamás!
Las religiones también nos ofrecen una receta para la vida eterna, algunas proponen la reencarnación y otras nos prometen el cielo o en su defecto, el infierno. Todas ellas, nos ofrecen finalmente la  deseada inmortalidad.
Hoy la vejez es un pecado. Queremos mantenernos jóvenes y estamos dispuestos a cualquier cosa, con tal de disminuir los efectos del tiempo en nuestros cuerpos. La ciencia y la tecnología nos han convertido, literalmente en superhombres. Retrasamos la vejez con píldoras, hormonas o el bisturí. Hemos ampliado tan significativamente la potencia de nuestros sentidos que con ayuda de instrumentos. Podemos ver lo que ocurrió en el cosmos, millones de años atrás. Hemos hecho visible lo que era invisible para nuestros padres. Somos capaces de comunicarnos instantáneamente con miles de personas a través del ciberespacio. Hemos creado una realidad virtual inimaginable y estamos produciendo inteligencia artificial que superará nuestras capacidades colectivas en brevísimo tiempo. Estamos jugando a ser dioses. Podemos crear nuevas especies con manipulación genética, y muy pronto podremos revivir las especies extintas hace miles o millones de años. Aspiramos a derrotar la selección natural con la creatividad humana.
Es muy probable que algunos seres humanos que ya están vivos, puedan derrotar la vejez y la enfermedad. No morirán de viejos, sino por algún accidente o por violencia. La gran pregunta es si estamos preparados para emplear correctamente los super-poderes que hemos desarrollado. ¿Estamos suficientemente maduros como especie? Si no se estremecen con esta pregunta, tal vez no dimensionen el extraordinario poder que hemos alcanzado.
La evolución humana ha seguido un camino no tradicional. Nos estamos transformando en una especie diferente. Estamos viviendo una mutación profunda. Estamos cambiando nuestra forma de pensar, estamos siendo cada vez más interdependientes, estamos influyendo significativamente en nuestro hábitat, estamos enfrentando una crisis de convivencia que modificará nuestra forma de relacionarnos. La desintegración de la familia y la comunidad, el desprestigio de la actividad política y el comportamiento poco ético de carácter transversal, nos obligarán a desarrollar otras formas de gobierno. El cambio es radical, inevitable e irreversible.  Hemos dejado atrás al homo sapiens, que de sapiens tuvo poco... salvo esa gran soberbia que hay detrás del nombre con que se bautizó.  Si sobrevivimos a esta transformación, supongo que nos pondremos un nombre más humilde. Es cierto que avanzamos raudamente hacia la longevidad, pero es incierto el resultado de la aventura humana. Lo que es seguro, es que en un par de generaciones, seremos muy diferentes.
¿En qué nos estamos convirtiendo?

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