Página del autor en Amazon

lunes, 28 de diciembre de 2015

El debate de fondo: la calidad

faro de Långe-Jan de Öland
Necesitamos un faro que nos oriente, una definición de calidad que fije el rumbo para una reforma educacional que parece desorientada y superficial. ¿Hacia dónde vamos? Todos tenemos una opinión. Pero no conseguimos articular una respuesta que proponga una visión educacional de largo plazo con la profundidad requerida para comprometer el futuro de nuestra juventud. Es una responsabilidad colosal, qué duda cabe. Y probablemente esto explica por qué las respuestas típicas nos parecen tan estrechas. Definir “calidad” es una tarea de todos. ¡De todos nosotros!

¡No podemos darnos el lujo de viajar sin rumbo! 

Así comienza la editorial de la revista Jiwasa, una publicación de la Facultad de educación que, al igual que este blog, pretende impulsar una reflexión más profunda acerca de lo que entendemos por calidad en el ámbito educacional.

Allí sostuvimos que estamos evaluando la educación con criterios estrechos y proponemos que se consideren al menos 5 dimensiones para juzgar la calidad. Aquí, sin embargo, podemos ser políticamente incorrectos. Sospechamos que el abuso en la simplificación no es inocente. Que detrás de ese reduccionismo existe la pretensión de ocultar el verdadero estado de la salud educacional. La educación tradicional y en especial, la educación pública está agonizando. Y, aunque la sintomatología es clara, nadie quiere ser el mensajero de esta triste noticia. 

Omitir el cuidado, por ejemplo, puede parecer imperdonable; pero incluirlo implicaría evaluar la higiene de los establecimientos, la alimentación, la infraestructura, la salud física y psicológica, la conciencia ambiental y la seguridad de los estudiantes. Todos aspectos donde la educación pública es especialmente deficitaria.  

Obviar la convivencia también pareciera inexcusable. Pero allí en donde la vulnerabilidad es alta, parece injusto tasar habilidades socio-emocionales, las relaciones y los valores predominantes. Y tal vez por eso, sencillamente los pasamos por alto, especialmente en donde más se necesita. 

Excluir el desarrollo de los talentos es, al menos, inexplicable. Pero cuando el currículo no se logra cubrir, tampoco queda espacio para actividades extracurriculares y menos, tiempo para cultivar aquellas aptitudes diferentes. Y entonces, medirlo en la educación pública sería inoficioso. 

Excluir el bienestar en la evaluación de la calidad educacional resultaría alienante si de verdad nos importara tener estudiantes felices. Pero ese jamás ha sido el verdadero propósito de la educación pública. Sería pedirle demasiado. ¿O no?

Nos contentamos entonces con mediciones de aprendizaje cognitivo mediante pruebas estandarizadas, que demuestran una gran brecha entre educación publica y privada. Brecha que duele, pero que escondemos con una serie correcciones para emparejar a todos y así, aliviar la vergüenza. 

La Prueba de Selección Universitaria PSU, sin embargo, demuestra lo indesmentible: la educación pública, salvo honrosas excepciones, es una condena de por vida. Usar este criterio para acceder a la educación superior es kafkiano. El ranking pretende corregir esta injusticia, pero los estudiantes arrastran un deficit cultural irremontable. 

Nos parece que muchos, demasiados... de verdad quieren evadir el diagnóstico. En realidad, nadie quiere medir la calidad. Si ahora nos avergüenza la desigualdad de oportunidades que tienen nuestros jóvenes, imagínense la amargura que nos consumiría al constatar el verdadero desnivel de la cancha educacional. 

Para no ver el problema, no lo miramos. Como si no verlo, lo minimizara. Pero lo agrava. Debemos atrevernos a mirar a la educación en todas sus dimensiones y reconocer donde hay que operar para eliminar el cáncer que afecta a la educación pública. Debemos distinguir las brechas, tender puentes y construir faros que nos ayuden a enmendar el rumbo. Hay que tener claro qué queremos cuando exigimos calidad. Y para eso, hay que entrar en el debate de fondo: la calidad.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Mi regalo de Navidad

"Cuando tenía 5 años, mi madre me decía que la felicidad era la clave de la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando grande. Yo respondí "feliz". Me respondieron que no entendía la pregunta y yo repliqué que no entendían la vida". Este recuerdo de John Lennon demuestra cuan desalineada puede estar la educación del interés del estudiante.
¡Por supuesto que el niño Lennon quería ser feliz! Lo que no entendieron los educadores era que este genio musical pretendía ser feliz recorriendo su propio camino y no transitando por caminos desgastados y congestionados. ¡Era un espíritu libre y no quería ser enjaulado!
A esa edad, todos tenemos ídolos e imaginamos que sus huellas pueden orientar nuestro futuro. Deseamos ser parecidos a nuestro héroes. Futbolistas, doctores, sacerdotes, actores e incluso profesores. A esa edad, el mundo infantil está lleno de sueños. Pero a esa edad, el mundo de Lennon ya era rebelde. Imaginaba un mundo donde todos vivieran en paz...¡¡¡Imaginaba una educación que nos permitiera ser felices!!!
No fue comprendido. Fue aterradoramente aunténtico. Único y original. Tal vez por eso lo asesinaron.
En esta Navidad, quisiera regalarles a todos lo mismo: Los anteojos de John Lennon. Para que miren el mundo con ojos nuevos, para que intenten sembrar la paz, para que visualicen su propia felicidad y para que imaginen un futuro mejor.
Son anteojos originales.
Anteojos que pueden  hacernos recordar lo brutales que podemos ser los humanos y lo frágil que puede ser la vida. Anteojos como estos (manchados en su propia sangre) que portaba hace poco más de 35 años, cuando le quitaron la vida y cuya foto twitteó Yoko Ono hace poco. ¡Anteojos que gritan con gran elocuencia que si el hombre quiere sobrevivir, hay que evitar la violencia! ¡Paz para los hombres de buena voluntad!


Pero también pueden ser anteojos visionarios, creativos y geniales, que desafíen los convencionalismos y luchen por sus amores imposibles. Anteojos para imaginar. Artísticos. Anteojos capaces de unir Oriente y Occidente y de derrumbar muros que discriminan. Anteojos de un activista irreverente e inmortal, que vieron que "la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes". 

Les quiero regalar esos anteojos espirituales, para que imaginen una Navidad diferente, donde se regale más amor que cosas, más esperanza que recompensas, más futuro que presentes, más música que ipods, más paz que dinero, más sueños que instrumentos y más semillas que frutos. ¡Que gocen de una maravillosa Navidad!

viernes, 18 de diciembre de 2015

Curso de Felicidad: Lección 4

Cuarta lección: Respetar, Apreciar y Admirar a la Naturaleza. Somos vida. 

Desde la primera lección, hemos aceptado nuestra responsabilidad para ser felices. Aceptamos vivir la vida fluyendo, sin oponer resistencia. Después de la segunda lección, también hemos decidido concentrarnos en los aspectos positivos de los otros y apreciar a los demás. No pretendemos una mirada "alegre y despreocupada" que no distinga los defectos. Muy por el contrario, queremos desarrollar una estrategia que no esté enfocada solo en lo negativo. Una mirada que contrarreste nuestra tendencia natural. Luego de la tercera lección, nos propusimos comenzar admirar el milagro que se esconde en cada persona. Cada una de estas lecciones requiere un cambio radical de perspectiva. De ser víctimas a ser responsables. De la crítica a la motivación y de la indiferencia al asombro. 
En esta lección, intentaremos lograr el mismo cambio de perspectiva orientado a nuestro hábitat. Debemos hacernos responsables del ambiente en que vivimos. El hábitat que nos rodea, es coherente con nosotros. Es una extensión de nuestro cuerpo. Debemos cuidarlo y protegerlo. Somos los jardineros de nuestro mundo. Y esta recomendación también equivale a otro cambio radical de perspectiva: Desde la mirada antropomórfica, a la conciencia planetaria. 
Pero eso no es suficiente, debemos cultivar nuestra capacidad de asombro en relación a la naturaleza. Las extraordinarias manifestaciones de la vida, están presentes en todas partes. Debemos atender y disfrutar de ellas. La naturaleza es generosa en belleza. ¡Apreciémosla!
Tampoco esto es suficiente, los paisajes naturales abundan y muchas veces los pasamos por alto. Pongamos atención al lenguaje artístico de la vida y admiremos las expresiones de infinita creatividad en nuestro cosmos. La vida es maravillosa. ¡Admirémosla!
Seamos responsables por la naturaleza.
Apreciemos su intrincada complejidad.
Admiremos su sorprendente evolución.
¡Hacerse amigos de la naturaleza!
La ciencia está re-escribiendo la historia de la relación entre humanidad y naturaleza. Tenemos que actualizar urgentemente nuestro entendimiento sobre como y quien evoluciona. La vida está profundamente interconectada. Así como los seres humanos no estamos separados y somos una gran familia extendida que desciende de un ancestro común y que debe protegerse, quererse y admirarse; tampoco estamos separados de la naturaleza que conforma el hábitat que nos hace posibles. Por eso debemos proteger la vida, quererla y admirarla. 
La ciencia de vanguardia ha descubierto que la vida no es una lucha por sobrevivir entre diferentes entidades, como pensábamos antes. La vida está profundamente interconectada en relaciones dinámicas de cooperación e intercambio de energía. 

Hoy, sabemos que Darwin estaba equivocado y que Lamarck, tan denostado por proponer que se podían heredar características adquiridas y que el ambiente es responsable de los cambios evolutivos, tenía razón. La evolución es una aventura cooperativa entre un organismo y su entorno. En otras palabras, el cambio evolutivo es una propuesta conjunta entre el organismo y su medio para recuperar el equilibrio perdido y la armonía  entre ambos. Incluso el desarrollo de un organismo depende de condiciones ambientales. Organismo y entorno bailan juntos, intentando seguir una música que los coordine. El ambiente externo de un organismo tiene relación estrecha con su ambiente interno. No hay felicidad viviendo en un ambiente caótico. 

El respeto por la vida, el cuidado de la naturaleza y la sensibilidad medio ambiental son comportamientos coherentes con la intuición de un Cosmos profundamente interconectado. Tomar conciencia de esto es una etapa fundamental en nuestro viaje hacia la felicidad. 


Este video es imperdible: Earth
Y si quieres más: Desde el espacio
Bibliografía: "The Bond"  de Lynne McTaggart

jueves, 17 de diciembre de 2015

Curso de Felicidad: Lección 3

Tercera lección: Admirar a los seres humanos es necesario para ser feliz

Hemos aceptado nuestra responsabilidad para ser felices. Aceptamos vivir la vida fluyendo, sin oponer resistencia. Y también hemos decidido concentrarnos en los aspectos positivos de los otros. Pero no basta con apreciar a los demás. Por supuesto que estar rodeado de personas que queremos nos hace sentir bien. Son personas que conocemos y que apreciamos por su historia y características. También sabemos que querer a las personas, a todas, no es fácil. Reconociendo la dificultad de acostumbrarse a distinguir las cualidades en las personas, es tan potente el efecto que tiene el ver con gusto a los demás, que esa actitud se puede reforzar con otro desafío. 
Hay algo adicional en esas personas que nos haría mucho mejor. Son únicos, humanos originales e irrepetibles. Son tan especiales, que aparte de las cualidades que tienen y que ya hemos distinguido, tienen algo que podemos admirar. En ese conjunto de cualidades y producto de su historia y circunstancias, todos los seres humanos son dignos de admiración, porque son los mejores en algo. Puede que ni ellos mismos lo sepan. De hecho, es probable que ni siquiera lo sospechen, pero tan sólo saber que en cualquier otro se esconde un campeón mundial, cambia nuestra mirada. 
Todos son importantes. Y debiéramos hacérselos saber. Comentarle a los demás aquello que encontramos admirable en ellos, los sorprenderá, pero también los enorgullecerá. A todos nos gusta que se reconozcan nuestros méritos. Y saberse genuinamente admirado por algo, sólo puede ser superado por saberse genuinamente admirador de nuestros congéneres. ¡Vivimos rodeados de seres admirables! ¡Cada persona es un milagro! Tomarse en serio este hecho es transformador.

"La vida de cada hombre es un cuento de hadas, escrito por Dios", señaló Hans Christian Andersen. 

Juzgar a los demás, es soberbia. Como también lo es, pretender ayudar a los demás. No podemos juzgar o ayudar a nadie, porque vivimos en mundos diferentes. Nos engañamos con la ilusión de que compartimos el mismo territorio. No es así. Nuestro mundo, nuestra historia y lo que experimentamos como nuestra realidad, es coherente solo con nosotros. Al vivir, ambos nos hemos ido transformando mutuamente y así como nuestra biología cambia en todo instante, también así, nuestro mundo cambia continuamente., en un juego co-evolutivo permanente. 
Tomar conciencia de que somos organismos diferentes, nos resulta perfectamente natural. Tener conciencia de que vivimos en mundos distintos, es contra-intuitivo. Pero comprenderlo, es transformador. Nos permite hacernos plenamente responsables del mundo en que vivimos, pero nos quita cualquier responsabilidad sobre los mundos de los demás. Es un acto de profunda humildad que pone a prueba nuestras creencias más intuitivas. Y también un descubrimiento sanador. 

Cada persona es un milagro, digno de toda nuestra admiración. 

Te propongo un ejercicio... elige a una persona sencilla. Alguien que tengas cerca, pero con quien no convives ni conversas habitualmente. Alguien a quien puedes percibir como otro y que en tu opinión, podría desaparecer de tu mundo sin que cambie nada. 
Decide ver a esa persona, distinguirla de la muchedumbre social y comienza a construirle una identidad para ti. Acércate y conversa con ella. Intenta conocer su historia e identificar sus creencias más profundas. Pregunta cómo se formaron esas certezas y trata de entender su cosmovisión. Hazlo con cuidado y consideración. Estás entrando a un territorio sagrado. Estás comenzando a ver su mundo. Continúa estrechando la relación, constantemente. Sus palabras, sus recuerdos, sus historias y sus anécdotas son piezas de ese mundo. Cuando tengas suficiente información, podrás armar el puzzle y ver su identidad en una imagen más nítida. Lo comprenderás mejor. Y como ya vimos, lo apreciarás por ser como es. Cuando se genere ese sentimiento de respeto y aprendas a quererla, comprenderás que vas por buen camino. Habrás cumplido con la segunda lección.

La siguiente etapa es enfocarse en aquellas cualidades que lo hacen diferente. Encontrar lo especial que es. Puedes buscar pistas en su familia y en sus ancestros. Desde allí hereda no solo características biológicas, sino culturales. Identifica sus talentos. Pídele que los exprese e intenta determinar el lugar donde esos talentos pueden germinar. Encuentra la "buena tierra" para esa persona. O, como diría Ken Robinson, el lugar donde esa persona estaría en su propio elemento. Llévalo allí y observa su comportamineto. Lo verás florecer, desplegar su extraordinario potencial y se agigantará ante tus propios ojos. Poco a poco, se convertirá en un "gigante" para ti. Y asi, aprenderás a admirarlo. 

Este video te impresionará: https://youtu.be/36m1o-tM05g

lunes, 14 de diciembre de 2015

Curso de Felicidad: Lección 2

Segunda lección: Apreciar a los seres humanos es importante para ser feliz



Vivimos en comunidad porque somos animales sociales, gregarios. Nuestro ambiente natural está repleto de personas. Si no nos gustan las personas, lo pasaremos muy mal. Afortunadamente, podemos aprender a ver con gusto a la gente. Y eso contribuye sustancialmente a nuestro bienestar. 
Cuando conocemos la historia que hay detrás de una persona, no sólo la comprendemos, sino que empatizamos con ella. La observamos con mayor consideración y eso nos permite apreciar sus cualidades. Ver cualidades en lugar de defectos, es un cambio rotundo en mi forma de relacionarme con otros. Una forma de convivencia más saludable y generosa. 
 
Todos tenemos cualidades y defectos. Curiosamente las primeras pasan desapercibidas y los segundos, nos molestan profundamente. Allí solemos poner nuestra atención. En los defectos de los demás. Eso no ayuda a una convivencia positiva.
 
Por eso estamos sugiriendo cambiar el foco de nuestra atención. Busquemos cualidades en todas las personas que encontremos. Es un ejercicio de gran ayuda para la convivencia armónica, que nos genera alegría y buen humor. 
 
Pero no basta con distinguir cualidades, queremos recomendarles que las destaquen. Demostrarle a esas personas que hemos distinguido algo positivo en ellos. La gente está hambrienta de apreciación. A todos les agrada recibir un elogio, siempre que sea honesto. Aprovechemos cada oportunidad que se nos presente para entregar a los demás nuestro cariño y gratitud. Agradezcamos los pequeños gestos de consideración que recibamos y expresemos nuestro aprecio a las personas que nos rodean. Especialmente a aquellas que son cercanas. El cariño no se debe dar por sentado. 
 
Es curioso, pero les puedo asegurar que expresar aprecio enriquece nuestras vidas. Nos convierte en personas menos egoístas, menos individualistas y más gentiles. Para hacerlo debemos dejar de pensar en nosotros mismos y eso ya es un avance gigantesco. 
 
Digamos lo que nos gusta, regalemos un elogio cuando corresponda. Sobre todo, hagámoslo antes de que sea demasiado tarde. Las relaciones se cultivan con pequeños pero continuos gestos de cariño. En este ámbito, los detalles son muy importantes. 
 
Ante la mínima sospecha de haber herido involuntariamente a alguien, pida perdón. Es demasiado habitual que nuestras acciones generen consecuencias inesperadas y afecten a terceros. No deje que una herida causada por usted, cicatrice sin pedir perdón. 
 
La otra cara de la moneda es que muchos actos de terceros pueden ser beneficiosos para nosotros. Agradezca cada vez que sienta que alguien le hizo un favor. ¡Y nunca se canse de agradecer!
Ver con buenos ojos y con el corazón limpio a los demás es un bálsamo para nuestro espíritu.  Es la parte más fundamental de la receta de la felicidad. Créanme que es más fácil recomendar esto, que hacerlo. Pero si deciden apreciar a las personas, estarán avanzando decididamente hacia el bienestar y la felicidad.

Los vínculos afectivos también son rasgos evolutivos. Los mamíferos dependen del amamantamiento y en especial el hombre, que nace prematuro y dependiente. La sociabilidad y el cuidado se convirtieron en una necesidad para la supervivencia de nuestra especie, con independencia del género. Cuando dos adultos se hacían cargo del cuidado del infante, las posibilidades de supervivencia crecían dramáticamente. Esto fortaleció el vínculo de pareja y la familia como núcleo social básico. Además, la supervivencia del grupo, dependía de la cooperación entre todos. Dependía de los lazos afectivos de la comunidad. Los humanos construyeron vínculos afectivos también en el juego amistoso y en el trabajo en equipo para cazar o recolectar. Así nos volvimos dependientes de la oxitocina, la hormona de la empatía, la confianza y el amor. Somos, en definitiva, seres amorosos. Nuestra felicidad habita en nuestro corazón. 

Aprende a apreciar a los demás. Date tiempo para conocer sus historias. Allí encontrarás razones para apreciarlos. 
 
El biólogo y epistemólogo Humberto Maturana, en su ultimo libro, El Arbol del Vivir, sostiene que hay 3 modos de vivir: a) desde la confianza; b) desde la discriminación y c) desde la amistad. En este último modo de vivir, escogemos convivir en el amar, que se funda en el bien-estar del respeto mutuo, la honestidad, la colaboración, la equidad, la ética social, la reflexión y la conversación. Y agrega, "el amar es el fundamento de todo bienestar".

Encontrarán un video para aprender a ser felices aquí.
Otro video interesanteLa llave de la Felicidad
Bibliografía: "Como ganar amigos e influir sobre las personas" de Dale Carnegie (un clásico de relaciones humanas) y "La molécula de la Felicidad" de Paul J. Zack

viernes, 11 de diciembre de 2015

Curso de Felicidad: Lección 1

Primera lección: Somos enteramente responsables de lo que sucede en nuestras vidas.

Nada de lo que ocurre es responsabilidad de terceros. No es necesario andar por la vida culpando a los demás. No tiene sentido quejarse por las circunstancias, ni criticar a nadie. Tampoco es necesario resistirse a lo que sucede. Si algo sucede es porque todo, literalmente todo el universo conspiró para que eso ocurriese. Y en particular, lo que nos sucede a nosotros, es producido por nosotros. Para algunos esto puede ser duro, pero no somos conscientes de lo que provocamos. No comprendemos la inextricable interconexión que hay entre nuestros pensamientos, nuestras acciones y sus efectos. Somos criaturas ignorantes que aprendemos del ensayo y error. Pero el error se nos aparece "ex-post". Cuando las consecuencias de nuestro acto no concuerdan con las expectativas que teníamos "a priori".

Y si queremos ser felices, tenemos que hacernos responsables de nuestra felicidad. La buena noticia es que podemos ser felices, independiente de la realidad que vivimos. La mala noticia es que si no lo somos, el único responsable soy yo mismo. Soy yo el que interpreto lo que sucede y en esa interpretación está la clave de la felicidad...

Ser feliz es una decisión. Más bien, es un hábito que se logra con decisiones que continuamente nos ayudan a vivir en el bienestar. Podemos decidir ser felices y aceptar lo que sucede sin oponer resistencia. O podemos resistirnos y despotricar contra todos y todo, envenenándonos con emociones destructivas y viviendo una vida miserable. ¿Porqué escogemos esta última opción?, es una gran incongruencia muy propia del ser humano. Según Humberto Maturana, "podemos escoger qué vivir queremos vivir"

En este sentido, es razonable lo que propone la oración de la serenidad: "Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia".

Si queremos ser felices, debemos comenzar por cambiar nosotros mismos (esto lo podemos hacer), en lugar de intentar cambiar a los demás (algo que no depende de nosotros). Recuerda siempre que es más fácil calzarse unas zapatillas, que alfombrar el mundo. Y recuerda también que lo que debemos cambiar son nuestras interpretaciones. 

A medida que avance este curso, aprenderemos a cambiar nuestras interpretaciones para mantener nuestro bienestar. Aprenderemos a interpretar para ser felices. Por el momento, quisiera sugerirles que lean Papá Olvida, un texto escrito por un padre que  estaba acostumbrado a quejarse y que buscaba defectos por todas partes...



Papá Olvida:

Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida.
He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama.
Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo.
Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo.
Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. 
Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con la mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: “¡Adiós, papito!” y yo fruncí el entrecejo y te respondí: “¡Ten erguidos los hombros!”
Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí.
Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso.
¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta.
“¿Qué quieres ahora?”, te dije bruscamente.
Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agostar.
Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.
Bien, hijo: poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? 
La costumbre de encontrar defectos, de reprender; ésta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros.
Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas.
Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.
Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto.
Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: “No es más que un niño, un niño pequeñito”.
Temo haberte imaginado hombre. 
Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.
He pedido demasiado, demasiado…
W. Livingston Larned

Lo primero que debemos combatir es el hábito de fijarnos en los defectos, en lo negativo, en los problemas. Allí donde enfocamos nuestra atención, se origina el mundo que experimentamos. Si esa es nuestra tendencia, tenemos que cambiar de actitud. La crítica es inútil, solo crea resentimiento. Las quejas envenenan el ambiente en que vivimos. 


Juzgar o criticar a los demás es injusto, porque no conocemos la historia completa que hay detrás de el comportamiento de un tercero. Y es soberbio porque nos pone en una postura de superioridad, cuando en las mismas circunstancias nosotros habríamos actuado del mismo modo. Pero sobre todo, es ingenuo, porque nos libera de la responsabilidad que pudiéramos tener. Cuando apuntamos con el dedo a alguien, hay que tener consciencia que al menos tres de nuestros dedos apuntan a nosotros mismos. Aceptemos lo que sucede, con confianza de que hay una buena razón para ello. 

Anthony de Mello, un sacerdote jesuita que no creía en la suerte, contaba una historia que ilustra lo que queremos decir: ¿Buena suerte o mala suerte?, ¿quien sabe?

"Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?». Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?». Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

Todo lo que a primera vista parece un contratiempo. puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente dañoso. Así, pues, será postura sabia que dejemos a Dios decidir lo que es buena suerte y mala y le agradezcamos que todas las cosas se conviertan en bien para los que le aman."

Por eso sostenemos que resistirse a las cosas que suceden, no es una buena estrategia. Nunca estaremos seguros si lo que ocurrió tiene, a la larga, consecuencias negativas pero podemos estar seguros de que es mejor para nuestro bienestar aceptar los hechos con algún grado de optimismo. La vida feliz es como una travesía en yate. Hay que navegarla, aprovechar los vientos y fluir. La vida dura es como una expedición por la selva, abriéndose paso a puro machete y soportando las inclemencias del tiempo con estoicismo. 


Por ejemplo, en el denso tráfico que tienen nuestras ciudades, podemos convertirnos en un energúmeno dentro de nuestro auto, tocar la bocina y vociferar, desesperarnos por la demora e insultar a los otros conductores. Podemos hasta llegar a pelear con otros conductores... E incluso en nuestra impotencia ante la congestión, podemos actuar impulsivamente y ocasionar un accidente. La verdad es que la mayoría de los accidentes de tránsito se producen por la ira de algún energúmeno, que se descontroló. 

Pero hay una alternativa. En esa misma situación podríamos dejar de resistirnos ante el taco y aprovechar de disfrutar el trayecto con una música relajante o un programa de conversación estimulante, conducir con tranquilidad y llegar a nuestro destino contentos y relajados. Esa elección es nuestra. Esa situación nos hace optar entre la resistencia agresiva o la aceptación pacífica de una situación. Una nos descompone, la otra, nos calma. Y todo depende de la interpretación que le damos a la congestión: ¿Se trata de un obstáculo? ¿o de una oportunidad?

Estos ejemplos demuestran que continuamente tomamos decisiones que influyen en nuestro estado de ánimo, que inciden en nuestro bienestar y felicidad.

Somos enteramente responsables de nuestros estados de ánimo, de las emociones que sentimos y del grado de felicidad que experimentamos. Y todas estas cosas, provocan las cosas que nos suceden. Entender esto es la primera lección del camino a la felicidad. 

No queremos sugerir que en nuestra vida no ocurran situaciones difíciles. Al contrario. La vida siempre nos entrega pistas para indicarnos el rumbo adecuado. Si decidimos hacernos responsables de nuestros actos en lugar de culpar a las circunstancias, corregiremos el curso a tiempo. En cambio, si no cambiamos, la vida se encargará de repasar esa lección que no aprendimos y esta vez pondrá mayor énfasis en su mensaje. Y continuará así, hasta que la lección sea tan dura, que no podamos dejar de asimilarla. El costo de nuestra inflexibilidad es muy alto. Más vale aprender a la primera.

El mundo está intrínsecamente interconectado y para comprenderlo mejor se necesita una visión sistémica. En este curso, intentaremos ampliar el entendimiento que tenemos de la vida, incorporando en nuestras lecciones los principales descubrimientos de la ciencia. Podemos demostrar que nuestras recomendaciones tienen bases científicas y para el estudiante interesado propondremos bibliografía complementaria,  pero intentaremos ser pragmáticos. Lo que realmente cuenta es que experimenten con una nueva actitud. Cada uno podrá constatar en carne propia, los resultados del cambio propuesto.

Recomendación: Fluyan por la vida y decidan continuamente ser felices.

Encontrarás un video interesante aquí.
Otro video de difusión científica para: Aprender a fluir
Bibliografía científica para los mateos: "La trama de la vida" de Ervin Laszlo y "Fluir" de Mihaly  Csikszentmihalyi (ambos libros se pueden descargar desde la red).

domingo, 6 de diciembre de 2015

Un curso de felicidad

El viernes pasado, en una conversación acerca los contenidos que debía tener una Academia de la Felicidad, confesé que mi principal motivación para trabajar en educación era aumentar la felicidad del ser humano. No quiero parecer soberbio, pero dediqué muchos años a dictar cursos de desarrollo personal. Allí conocí a muchas personas que se sentían  incómodas con sus historias. Sostuve que yo reconocí ciertas herramientas o técnicas para aumentar el bienestar y que enseñándolas vía la educación, podríamos formar una generación más feliz. Hace falta gente más contenta y realizada.
¿Qué esperas?, me dijeron y me desafiaron a comenzar en marzo próximo, un curso en la academia de la felicidad que enseñara a disfrutar de la vida. ¡Creo que lo haré! Pero el curso comenzará aquí. En este blog. Agregaré una página con los contenidos del curso. Allí habrá material que permitirá acceder a una serie de recomendaciones probadas que mejorarán nuestra calidad de vida. Se trata de recopilar una sabiduría simple y muy humana, que hemos desechado en busca del éxito económico. ¿Porqué nos dejamos engañar por el espejismo del dinero? No lo sé. Pero allí no habita la alegría. Algunos dicen que ayuda, y puedo entender esa declaración, pero si nos permitimos terminar el curso, veremos que allí también hay supuestos que podemos cuestionar.
Todavía no tengo claro como se organizará el curso. No tiene una estructura preconcebida. Cada publicación será un paso. El recorrido lo iremos construyendo en el tiempo y aunque sé que debemos visitar algunos lugares, prefiero que esta aventura no tenga un itinerario demasiado rígido. En esto, estoy con Antonio Machado: 

"Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;

Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar."

Les cito este poema porque quiero aclarar que no hay un camino hacia la felicidad. Hay tantos caminos como personas existen. Nuestra historia personal es aquellas huellas de las que habla Machado y es nuestra y de nadie más. Nuestra vida se vive cuando la vivimos nosotros. Realmente no la vivimos como nuestra cuando seguimos los pasos de alguien más. 
Cada uno está invitado a recorrer este curso aceptando su propio pasado. Algo que ya ocurrió y que no podemos cambiar, pero que tiene repercusiones en nuestro mundo. Y de esas repercusiones debemos hacernos responsables. Nuestra estela, para bien o para mal,  afecta a los demás. Y nuestro camino lo hemos diseñado nosotros mismos. 
En este curso aprenderemos que nuestras equivocaciones sólo aparecen cuando miramos al pasado. Cuando reconocemos que los efectos de nuestros actos han sido muy diferentes a lo que imaginamos. Son, en buena medida, errores de interpretación. Nos equivocamos por inocentes. Y no por maldad. Esta consideración nos permite redimirnos, cualquiera  que haya sido nuestra historia. Incluso si la sociedad ya nos ha condenado. 
Todos pueden recorrer este camino hacia la felicidad, todos tienen derecho a ser felices. Lo curioso es que es también nuestro deber. De no cumplir con este deber, la vida nos castiga con infelicidad. Simple pero poderosa declaración. 
¡Ser feliz o no, es nuestra decisión!


miércoles, 2 de diciembre de 2015

3 paradigmas

La educación pretende transmitir el conocimiento acumulado por la Humanidad a las nuevas generaciones. Es, por tanto, un proyecto progresivo que, en la medida que el conocimiento aumenta, requiere una capacidad de síntesis creciente y ajustes permanentes. A veces, el ajuste que se requiere, implica un cambio fundamental en las premisas o creencias sobre las que estaba fundado el aprendizaje humano. En este caso, hablamos de cambios paradigmáticos. 
Algunas revoluciones científicas hacen temblar los cimientos de nuestra cultura y nos proponen una nueva forma de mirar la realidad. Copérnico provocó uno de estos cambios de paradigma cuando propuso que la Tierra giraba alrededor del Sol. Lenta pero inexorablemente la educación debió modificar textos y preparar a los profesores para que aceptaran una teoría que ponía en entredicho todo lo que habían enseñado antes. Nuestras creencias más básicas quedaron obsoletas. El pensamiento tradicional debió modernizarse.
La ciencia Newtoniana comenzó a cuestionar las explicaciones que nos daba la religión. Pero no es fácil cambiar las creencias más básicas...
Hace 150 años, Darwin, propuso la idea de la Evolución, que puso en jaque al mundo estático en que vivieron nuestros antepasados. Es que la educación es muy conservadora y recién está aceptando los avances científicos de la modernidad. La verdad objetiva que propuso la ciencia y el pensamiento crítico están dominando el mundo de hoy y sin embargo, ambas ideas ya están infectadas con el virus de la obsolescencia.
Hace ya un siglo, Einstein con su Relatividad, Heisenberg con su Incertidumbre y la física cuántica las condenaron. La verdad en la postmodernidad, es relativa al observador y el pensamiento tampoco puede ser objetivo. Y aquí, en este ajuste paradigmático estamos bastante atrasados. La educación aun no comienza a adaptarse a los postulados de la postmodernidad. Es una tarea pendiente. De hecho los colegios Waldorf y Montessori, que ponen al estudiante al centro del proceso educativo, por ejemplo, están literalmente fuera del sistema. Recién se aprecian algunos esfuerzos por personalizar el aprendizaje.
Para ponerle más pelos a la sopa, la tecnología evolucionó aceleradamente e Internet generó redes de información y conectó las mentes de millones de seres humanos, aumentando significativamente la complejidad de nuestra sociedad. Así, desnudó al mundo postmoderno, humillándolo al demostrar su inconsistencia. Provocó entonces, un nuevo cambio paradigmático. Todo está tan intrínsecamente conectado que ya no podemos distinguir donde terminamos nosotros. Somos una experiencia colectiva expresándose en aventuras individuales, como músicos de una orquesta. 
La educación está peligrosamente atrasada. 
El desarrollo humano, individual y colectivo, recorren el mismo camino. Siguen la misma secuencia. Y la tarea de la educación debiera ser facilitarnos la transición paradigmática. Debiera ayudarnos a ampliar nuestro conocimiento y enriquecer nuestras miradas. Más aun, una buena educación, tiene que empujarnos a superar al paradigma dominante. 
Si la educación actual está estancada en la modernidad, ¿cómo podría ayudarnos a superar la toxicidad de la postmodernidad? 
Peor aun, la mayoría de los profesores en ejercicio nacieron y se criaron en la modernidad. Son hijos de la Ciencia. Necesitan ver para creer. Están luchando por comprender la postmodernidad. ¡Y para eso necesitan cambiar sus creencias!
En cambio, los estudiantes actuales son nativos digitales. Es otra especie de seres humanos. Tienen otra cultura, otros comportamientos y otro pensamiento. Viven en un mundo complejo e integrado. Sostienen que el mundo es plano, la comunicación instantánea y la información plenamente accesible. La brecha generacional entre estudiantes y profesores es demasiado amplia. 
Tenemos un sistema educativo estancado y profesores formados en la modernidad, una elite académica en la postmodernidad y jóvenes integrales. Tres paradigmas conviviendo con dificultad. 
La única alternativa que imagino, es formar con urgencia profesores con visión sistémica y pensamiento complejo. Preparar maestros integrales, que hablen el mismo idioma de sus estudiantes para que juntos cuestionen las premisas de la integralidad y avancen hacia la etapa de desarrollo siguiente. Esta es la difícil tarea urgente de las facultades de educación. 






sábado, 28 de noviembre de 2015

Domesticar al animal más peligroso

Estamos viviendo un profundo cambio cultural. Una toma de consciencia colectiva que nos está obligando a responsabilizarnos por la realidad que vivimos. Estamos dándonos cuenta que no podemos seguir culpando a los demás. Hemos sido cómplices activos. Hemos tolerado privilegios y corrupción. Hemos preferido mirar hacia otro lado en lugar de denunciar al abusador.
Digo esto con una sensación de nauseas. Porque siempre lo supimos. Estaba a la vista en todas partes. En la política, en las empresas, en la justicia, en la educación, en las iglesias y en el deporte. Unos pocos aprovechadores con mucho poder, infectaron las instituciones con el virus de la ambición desmedida y la corrupción.
Pero en un mundo profundamente interconectado y acelerado, ya no se pueden guardar secretos. Ni esconder la ropa sucia. Más temprano que tarde, aquellos que abusan de su poder serán denunciados y condenados.
Yo soy culpable. Lo confieso. Tu también. Aunque creamos que fuimos engañados o ingenuos, el mal olor se sentía en todas partes pero nos acostumbramos a él.
Los atropellos a los derechos humanos, el financiamiento de la política, las colusiones, la delincuencia, el lucro, la pedofilia y el encubrimiento institucional, el doping y las coimas, son algunos síntomas de nuestra cobarde indolencia. No queríamos ver.
¡No más! Nuestros jóvenes, levantaron la voz. Se rebelaron. Y como por arte de magia, aparecieron fantasmas por doquier. Y seguirán brotando desde otros territorios ya irremediablemente infectados.

El ser humano no juega limpio. ¡Si hasta la Caperucita se comió al lobo!  Somos una especie que tiene una sombra tenebrosa. El lado oscuro del ser humano es poderoso y peligroso. Nuestra naturaleza dual no nos debe engañar. Hay que domesticar al animal más peligroso del planeta. Ese es el enorme desafío que enfrenta la educación.