Página del autor en Amazon

martes, 21 de agosto de 2012

Profesor de personas


Cuando el educador se considera experto en una disciplina determinada del currículo y considera que su tarea en enseñar esa disciplina, está confundiendo su rol. Peor aun, se está definiendo como un intermediario entre el especialista y el novato, colocándose en una posición inferior al especialista y superior-al menos por un tiempo- al novato. Está, a nuestro juicio, equivocado. El docente no debe identificarse con la disciplina que imparte, ni debe permitir que la sociedad lo catalogue de esa manera.
Diríamos que aquel educador, tiene una crisis de identidad. Hay demasiados profesores confundidos, que piensan que son profesores de un ramo. Efectivamente tienen conocimientos específicos y una forma de resolver problemas apropiada para cierta especialidad. Conocen el lenguaje y comparten ciertos códigos, propios del área. Saben mirar con los anteojos del experto y nos ayudan a comprender un tema desde la perspectiva del especialista. Son, en esencia, traductores de un idioma que no dominamos. Pero no son verdaderos expertos en esa disciplina.
Plantearse como experto en un ramo, equivale a menospreciar el papel del educador frente al especialista. Es rendirse a la superioridad del experto y aceptarse como un profesional de segunda categoría. En esto, muchos profesores y también muchas personas cometen una injusticia gigantesca. La verdadera especialidad del educador es, justamente, la pedagogía; palabra que viene del griego paidos (niño) y gogos (conducir). ¡El educador es un conductor de jóvenes! Un acompañante del estudiante hacia su autonomía.
El profesor que se autodefine como un tutor que colabora en el desarrollo del joven, construyendo una relación de confianza para conducirlo hacia la autonomía, fomentando su curiosidad y  apoyando su aprendizaje...reconociendo además, sus talentos e individualidad para que se realice contribuyendo a la sociedad con integridad; ese profesor no solo sabe cual es su trabajo; sino también conoce el singular valor del docente y ¡apuesto que es un verdadero maestro!
Los educadores son expertos en la principal disciplina para el progreso de la humanidad, la formación responsable e integral de nuestra juventud. En la disciplina más importante para nuestro futuro. Son, en definitiva, profesores de personas. Cuando la sociedad y ellos mismos se vean de esta forma, la dignidad de la profesión docente será restablecida a la categoría que le corresponde.

miércoles, 15 de agosto de 2012

La felicidad en la educación

En la primera mitad del siglo pasado, mientras Piaget, Dewey, Montessori y Vigotsky revolucionaban la educación occidental con nuevas miradas, Tsunesaburo Makiguchi un educador japonés proponía una educación orientada a la felicidad para lograr una sociedad de bienestar. Un visionario extraordinario, que ya en esa época sugería que "el objetivo de la educación no era transferir conocimientos, sino guiar el proceso de aprendizaje y entregar al estudiante métodos para investigar". Makiguchi sostenía que el aprendizaje producía alegría. En Oriente hay colegios y universidades que siguen esta línea.
En cambio, en Occidente, la felicidad no parece formar parte del proceso educativo. No está en el currículo, ni en la mente de los profesores, alumnos o directores. Parecería extraño entonces que los padres condenen a sus hijos a 14 años de ausencia de felicidad; pero ellos vivieron lo mismo y tampoco conciben la posibilidad de una educación entretenida.
Organizamos un desayuno para comentar sobre la felicidad en la educación y preguntarnos si es posible que la educación fuese fuente de bienestar y felicidad. Invitamos a un emprendedor como Roberto Bravo de Desafío Levantemos Chile; a una Arquitecta como Mónica Barros, que se convirtió en profesora y está feliz haciendo clases en La Pintana; a un biólogo, Humberto Maturana junto a una orientadora, Ximena Dávila, ambos co-fundadores de la Escuela Matríztica quienes propugnan una transformación en la convivencia "amorosa"; un  psiquiatra como Daniel Martinez investigador del bienestar estudiantil y un poeta-profesor como Erick Pohlhammer que es auténtico como pocos. Participaron además, ex-ministros de educación, decanos y rectores, profesores y estudiantes.
Perspectivas muy diferentes que enriquecieron la conversación y que nos hicieron reconocer que nuestras propias experiencias nos hacían tener una mirada limitada. Somos poco objetivos, porque somos seres emocionales. Finalmente, pienso que todos salieron de la reunión con una idea más amplia de como podemos hacer de la educación un proceso más alegre y lúdico; de que necesitamos escuchar más a quienes piensan diferente; de que nuestro punto de vista es solo una parte de la verdad y que el diálogo respetuoso y considerado puede contribuir a nuestro crecimiento.
Aunque no se dijo en forma explícita, la conclusión a que llegamos es que la felicidad debe ingresar a la escuela y a la universidad. Y los educadores somos los responsables de hacerlo. ¡Ojalá lo intentemos!